La globalización no es una conspiración
Alberto Iglesias, Cuba Press
PINAR DEL RIO, marzo - En los últimos días de enero se celebró en La Habana el II Encuentro Internacional de Economistas, cuya temática central fue "La Globalización y Problemas del Desarrollo", donde los gobernantes cubanos volvieron a presentar el
proceso globalizador como el principal enemigo de los países en desarrollo.
Un editorial del oficialista periódico "Trabajadores" señaló, en relación con este proceso: "Resulta demasiado evidente que la globalización inspirada en la doctrina liberal, en la sacralización extrema del mercado, se ha convertido en
instrumento para conseguir las finalidades deseadas por los principales centros de poder mundial, especialmente para consolidar el interés hegemónico de Estados Unidos".
Este razonamiento carece de validez cuando se conoce que este proceso de globalización se viene generando de forma espontánea con el mismo desarrollo de la ciencia, la tecnología, el capital financiero, el desarrollo de la sociedad civil y la aceptación de los valores
de las sociedades occidentales, los que han generado relaciones de interdependencia entre las naciones de las que es imposible escapar.
La globalización como concepto es un proceso que inician las naciones más desarrolladas para reducir las barreras del libre flujo del comercio, de la información, de las finanzas y las personas, debido al incesante crecimiento de las relaciones entre las naciones.
Como resultado de este ordenamiento comercial, que surge después de concluida la Segunda Guerra Mundial, se propicia una interdependencia de producciones terminadas, capitales e intercambios culturales, que hace que los pueblos sean más dependientes unos de otros.
Podemos observar la globalización e interdependencia del comercio de producciones terminadas cuando adquirimos una prenda de vestir confeccionada en Brasil que utiliza botones fabricados en los Estados Unidos, tejido importado de China o de Japón e hilos del Canadá.
En la prestación e intercambio de servicio, como el turismo, que representa la mayor fuente de ingresos para Cuba, también está presente el proceso globalizador cuando un grupo de turistas franceses recién llegados y procedentes de México pueden haber viajado
en vuelo charter de Iberia española, con aviones arrendados en los Estados Unidos, provomido por un tour operador alemán con destino final en Jamaica.
Pudieran encontrarse infinidad de otros ejemplos que demuestran la inevitabilidad del proceso globalizador y la validez del análisis sobre la división del trabajo entre ciudades y países tratado por Adam Smith en su obra "La Riqueza de las Naciones".
En la actualidad existe una larga lista de países que se han incorporado plenamente a este proceso, o como China, que dedica grandes zonas costeras al libre comercio, aprovechando las oportunidades que brinda el incremento sustancial de las producciones, las facilidades de la informática
mediante la Internet o vía satélite, lo que amplía sus horizontes culturales y la disponibilidad de capitales para el financiamiento de empresas y proyectos.
Tanto para Cuba como para cualquier otro país, la globalización representa grandes posibilidades y desafíos, que puede encarar con una población con niveles de instrucción y un sistema de salud superior a los de otros países del tercer mundo, con
valiosos recursos minerales, tierra fértil y una envidiable posición geográfica e indiscutibles bellezas naturales.
El proceso globalizador trae consigo relaciones entre las naciones y pueblos de las que es imposible escapar. Es imposible dar la espalda a la realidad de las comunicaciones, la propaganda, los discursos políticos, compartir estilos diversos y plurales de vida.
La globalización no es el resultado de una conspiración internacional de los llamados países ricos. Es un proceso indetenible con aspectos positivos y negativos para los que las naciones deben estar preparados a enfrentar de forma individual, pues requiere de análisis
y valoraciones específicas y no de juicios generales y mucho menos políticos.
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