Vida cotidiana
Marvin Hernández Monzón, Cuba Press
LA HABANA, marzo - "Embombónate, enméntate, saboréate", era el slogan publicitario de una vendedora ambulante y furtiva en las áreas del Coppelia (1) de La Habana. El surtido: bombones y caramelos con sabor a menta.
Estos primigenios e ilegales empresarios de la sociedad emergente cubana, por el imperativo de vivir, perviven con ardides y argucias. Con ellos también evaden las multas y las licencias para legalizar su labor.
¿Acaso es que les gusta el sobresalto de lo prohibido? Lo que sucede es que los impuestos se llevan el menguado saldo de la "operación" -aseguran los que de modo tan arriesgado luchan por el sustento.
Lo que pudiera parecer el despegue económico y la liberación del freno que es la centralización estatal, no es otra cosa que acentuación de la crisis.
Uno de estos aspectos son los viejitos, que son el 13% de los 11 millones de isleños, los que en número elevado tienen que buscar medios alternativos para aumentar la exigua cantidad de 40 ó 50 pesos cubanos que reciben como pensión.
De modo general lo intentan con reventa de cigarrillos y periódicos, que les pueden aportar entre tres y cuatro pesos diarios a los más afortunados.
De ahí que es una estampa cotidiana: hombres y mujeres de la tercera edad, mal nutridos y no mejor vestidos, vendiendo a escondidas cualquier cosa a también escuálidas mujeres con pequeños niños en brazos, pugilateando por vender algún paquete de
galletas dulces u otras chucherías, con gritos bajos para ofrecer la mercadería.
Cuba es un país donde los gobernantes, instaurados hace 40 años, afirman desde los inicios de este via crucis que todo lo hacen para beneficio del pueblo. Pueblo cuyo contenido calórico alimentario hoy está por debajo del que recibían los esclavos en la época
de la colonia. Claro, "la culpa es del bloqueo".
Antes del 59, los pobres de este país, los guajiros de piso de tierra y techo de guano, que por un mes de trabajo ganaban una peseta, tenían al menos harina de maíz, boniato, leche, huevos, aves de corral y algún que otro puerquito para el condumio.
Los dulces caseros y la coladita de café eran la expresión permanente de bienvenida a quien llegara de visita al hora. De eso sólo queda el recuerdo a los que pudieron disfrutarlo.
No es querer volver al pasado, ningún cubano quiere; fueron tiempos también de dictaduras, pero cuando un pueblo pierde sus buenas costumbres, que son la muestra de la idiosincracia, además de que no ve posibilidad de recuperarlas, entonces sí que el asunto es grave.
Esta pérdida ocurre porque el hombre de a pie debe luchar permanentemente por sobrevivir y esa lucha le priva de cualquier interés o comprensión de la política y de lo que ocurre a su alrededor. Arma eficaz contra la libertad.
En la era de la cibernética, cuando ya se hacen planes de vacaciones hacia otros mundos, en el caimán verde del Caribe los cubanos no pueden utilizar el dinero con que les paga el Estado para cubrir sus necesidades mínimas, como es el aseo personal. Cifras oficiales revelan
que el 60% de la población no accede al dólar. Los precios de las verduras, frutas y viandas, aunque en moneda nacional, resienten el bolsillo de cualquier familia en más de mil pesos mensuales. Pero nada de pensar en comer carne.
La libra de cerdo no baja de 20 pesos, el pescado más barato (estatal) a once o doce el kilogramo. Carne de res, asunto de dioses, entiéndase personal de gobierno, turistas y personas con mucha FE (2). Si no eres del grupo selecto y te "tropiezas" con una o dos libritas,
puedes ir a prisión.
(1) Heladería de La Habana.
(2) Familiares en el Extranjero.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente.
|