CUBANET ...INDEPENDIENTE

8 de marzo, 2000



El misterio de la población ocupada

Manuel David Orrio, CPI

LA HABANA, marzo - Uno de los misterios estadísticos del gobierno de Fidel Castro es el de la evolución del empleo, notablemente disminuido tras el crack del llamado socialismo real. A fines de 1999, el informe oficial reconoció una tasa de desempleo de seis por ciento, sin contar de un estado de desocupación de la mano de obra, descrito por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en los términos siguientes:

"Sobre la base de los niveles de productividad de 1989 se ha estimado que la tasa de desempleo equivalente de los subutilizados, sumada a la de desempleo abierto, asciende a 40% en 1994 y a 34,1% en 1996, lo que subraya la necesidad de crear empleos para más de un millón de personas".

Cálculo como ése permite estimar, a lo más optimista, que Cuba arribó al 2000 con un nivel de desocupación equivalente a 20%, sumados desempleo abierto y subutilización de la fuerza de trabajo; hipótesis avalada por la propia CEPAL, para la que en el caso cubano "retornar al equilibrio del mercado de trabajo de 1989 requeriría crecer a tasas de 7,5% -del producto interno bruto (PIB)- durante cinco años o al 5% durante siete". De acuerdo con el reporte oficial, el PIB isleño promedió un crecimiento anual de 4% entre 1995 y 1999, buena razón para no esperar nada mejor a 20% entre desocupación abierta y oculta.

No sólo por lo que representa para la población de la Isla urge desentrañar los misterios de la ocupación. El modelo económico vigente, raigalmente extensivo, obliga a un crecimiento del empleo real y efectivo si se pretende lograr un incremente creíble del PIB. Tan terco hecho resalta a contrapelo de uno de los aspectos más debatidos de la política laboral isleña, el autoempleo o trabajo por cuenta propia, signado por una legalidad restrictiva hacia esas formas más bien elementales de microempresa, o hacia vías más estructuradas como la pequeña y mediana empresa de naturaleza privada o cooperativa, cuyo resultado se muestra en una disminución de los autoempleados de 225 mil en 1995 a unos 168 mil a la altura de septiembre de 1999, según datos oficiales. Como norma, el gobierno de Fidel Castro explica esa caída argumentando que la misma es originada por el traslado de los autoempleados hacia ocupaciones en los sectores estatal o cooperativo-agrario. Pero otras fuentes afirman que las políticas restrictivas hacia el autoempleo son las verdaderas causantes del descenso, y que en dichas políticas se observa una incapacidad gubernamental para percibir a esas formas laborales como aliadas, no como adversarias o enemigas. Asimismo, algún que otro analista observa en las restricciones al autoempleo una respuesta más política que económica a la condicionalidad establecida por la Ley Helms-Burton a los libres envíos de remesas desde Estados Unidos a Cuba; sujetos por la misma, aunque a discreción del mandatario norteamericano, a la permisividad de la pequeña y mediana empresa bajo términos internacionales.

Vale ilustrar sucintamente las vicisitudes del autoempleo, al estilo nacional. Pero sin olvidar que ninguno de los enfoques reseñados responde al hecho estadístico: si el autoempleado decide integrarse al sector estatal o paraestatal no se producirá alteración alguna en el total de ocupados de la República, sino sólo un cambio de la categoría ocupacional. Ojo atento, porque el debate puede hacer perder la perspectiva de entender que la clave está en aquel índice, sobre todo si el gobierno de Fidel Castro sostiene que el empleo crece. Lógico; en las condiciones cubanas o es coherente declarar ascenso del PIB sin incremento de la ocupación.

Cifras oficiales citadas por CEPAL y un informe del diario oficioso Granma de noviembre 13 de 1999 muestran que el total de ocupados cayó de 4131,0 miles de personas a 3753,6 en 1998, un descenso de 377 mil 400 trabajadores, diríase negador de emigración de autoempleados a los sectores estatal o paraestatal, y del anunciado crecimiento del PIB. ¿Cómo es posible que en esas condiciones el producto se haya incrementado a un ritmo medio anual de 4% en ese período y cómo es posible un ascenso del PIB de 1999 a nada menos que 6,2% respecto de 1998 -afirma el discurso oficial- si para fines de siglo sólo se esperaban unas 20 mil solicitudes de empleo, debido a las bajas tasas de natalidad, de seguir a la prensa cubana? Sólo en causas exteriores podría hallarse una respuesta: las remesas del Exilio.

Suponiendo una productividad mayor a la de 1989 y tomando en consideración los cálculos de CEPAL aquí citados, incrementos del PIB como los declarados habrían requerido un alza del total de ocupados entre 1995 y 1999 de no menos de 200 mil trabajadores, aceptando números conservadores y benévolos, y motivo para estas consideraciones:

- al no desplegar el autoempleo ni permitir la existencia de pequeñas y medianas empresas bajo términos internacionales, el gobierno de Fidel Castro se está privando de oportunidades para hacer crecer el PIB;

- reportes de la prensa cubana reconocen que parte de los autoempleados renuncian a su status legal, pero para sumergirse en la ilegalidad. No se sabe cuántos, pero es obvio: la suma de sus esfuerzos no aparece en las estadísticas, paradojal trampa en la que cae el gobierno;

- las restricciones al autoempleo y a las pequeñas y medianas empresas están obstaculizando un reajuste de la fuerza laboral a las nuevas circunstancias económicas, así como la redefinición de un conjunto de procesos intra e interramales de la economía nacional, para no contar de las variables externas. Tales reajustes pasan por la creación de un auténtico mercado de trabajo, aún cuando el mismo sea regulado por un plan;

- todo parece indicar -así de simple- que los cubanos no quieren trabajar "para el Estado". Sólo en la ciudad de La Habana, al filo de 1999, unas 46 mil personas buscaban empleo y unas 45 mil plazas estaban vacantes, datos indicativos de graves desequilibrios entre oferta y demanda de trabajo. Salvador Valdés, ex ministro del Trabajo, apuntó que en el oriente del país la situación es peor.

A lo largo del quinquenio 95-99 el gobierno de Fidel Castro ha sostenido que la ocupación crece. No ha mentido, pero tampoco ha revelado la verdad íntegra. Sólo se ha referido a las incorporaciones al empleo, no al balance de la fuerza laboral en su conjunto, cuya sumatoria conduce al monto de ocupados totales. Por ejemplo: en 1998 se reportaron 43,200 incorporaciones... y más de 70 mil jubilaciones.

Esa visión distorsionada apunta al deseo de sostener por fuerza declarativa un modelo económico tan extensivo como ya inviable, urgido de sustitución por uno intensivo, tal como demandan en primer lugar las tendencias demográficas de la Isla, signadas por un envejecimiento de la población típico de economías desarrolladas. Así, el misterio de la población ocupada, una vez desentrañado, denuncia por sí mismo a la política económica del gobierno de Fidel Castro; nos cuenta de su lejanía de las realidades isleñas y nos avisa de peligros para la Nación. "Después de mí, el caos", expresó el dictador Gerardo Machado, poco antes de abandonar Cuba en 1933. Una frase cuyas sugerencias, por cierto, nada tienen de misterio.



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