CUBANET ...INDEPENDIENTE

6 de marzo, 2000



Otro eslabón de la cadena

Lázaro Raúl González, CPI

HERRADURA, marzo - Azarosa es la vida de las semillas que se plantan en Cuba hoy. Llegar hasta el final de su carrera y felizmente graduarse, es una tarea cada día más difícil y peligrosa, ciertamente plagada de todo tipo de escollos, medioambientales y "zoológicos". A las sequías, las plagas y los hongos habría que sumar los daños provocados a las plantaciones por animales sueltos, principalmente cuadrúpedos.

Según cálculos empíricos, pero confiables, alrededor del 15% de las producciones agrícolas locales podrían verse malogradas en el área de Herradura por la acción depredadora de animales de todo género y especie, consuetudinarios invitados a estos festines del abuso. Caballos, vacas, bueyes, carneros, cerdos y aves de corral deambulan lo mismo de día que de noche por las vegas sin cercar de la comarca dolida. Duro, muy duro, es despedirse esta tarde de su boniatal verdecito -¡en el cual ha dejado usted tres meses de su vida!- y encontrarlo mañana por la mañana viradito al revés la noche anterior por las tres puercas y los 27 lechones de su vecino negligente.

Los daños suelen provenir de propietarios negligentes -aquí les dicen descarados- a los que por accidente o descuido se le sueltan sus animales. Los hay tan dañinos que ellos mismos, a sabiendas de que harán daño, sueltan sus bestias. Estos campeones del descaro prefieren la noche, habituando a sus animales a visitar el sembrado ajeno, hartarse hasta reventar y regresar ahítos luego de tal crimen.

Leyes hay que los sancionan, pero a no ser que la afectada sea una entidad paraestatal, en cuyo caso sí son severamente multados, los comisores de estos abusos campean por sus respetos en el ámbito rural circundante sin que aparezca el que ponga coto a sus depredaciones. Leyes hay, mas no quien las haga cumplir, por lo menos en la magnitud que demanda la realidad.

La cosa podría complicarse todavía más si es una empresa estatal quien hace el daño a un pequeño propietario particular. Hay en esta zona casos bien documentados -con reclamaciones a altas esferas oficiales y todo- en que una vacada proveniente de una granja estatal ha invadido una diminuta finca privada, haciendo desaparecer en cuestión de segundos una cosecha de 100 quintales de arroz. A las reclamaciones de este tipo -el chico contra el pez gordo- les cuesta mucho trabajo prosperar. Generalmente, los desgraciados a quienes toca vivir este trance son oportunamente disuadidos para que no emprendan gestión alguna. Sería perder el tiempo, según le aseguran.

En fin de cuentas, los daños provocados por animales ajenos, cualquiera que fuere su origen, constituyen otro importante factor incidente en la mengua del sector agrario nacional y constituyen, que nadie lo dude, otro eslabón de esta pesada cadena que debemos halar los -no por gusto- torvos campesinos.


* Fe del desaliento que causan estos daños puede dar el propio autor de esta nota, víctima en los últimos meses de cuantiosos perjuicios a dos boniatales, dos maizales y un corte de frijol.



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