Retrato íntimo de Oscar Elías Biscet
Tania Díaz Castro, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, marzo - El opositor pacífico y médico cubano Oscar Elías Biscet, presidente de la Fundación Lawton por los Derechos Humanos, acaba de ser condenado a tres años de prisión por los supuestos delitos de ultraje a los símbolos patrios,
desorden público e instigación a delinquir. Se trata del más destacado opositor del año 1999 según una encuesta realizada en el exilio y en Cuba.
Conocí al Dr. Biscet el 10 de junio del pasado año en Tamarindo 34, en la barriada de Santos Suárez, donde se efectuaba un ayuno de cuarenta días en reclamo de la libertad de los presos políticos y el respeto a los
derechos humanos. Hasta en Japón se solidarizaron con Biscet y sus hermanos de lucha, siendo así el hecho más trascendental de la actividad civilista de Cuba en ese año.
Fui expresamente allí impulsada por el interés de conocer a este seguidor de Mahadma Ghandi y de Luther King, segura de hallar en él todo lo que me demostraban sus protestas contra el aborto, el fusilamiento y su empeño en desarrollar la desobediencia civil: arrojo y
honradez.
Desde el primer momento que lo tuve ante mí pude percibir su fortaleza de carácter, sus ademanes suaves y caballerosos, su mirada limpia, su honestidad y comprensión. El Dr. Biscet es la estabilidad espiritual personificada, uno de esos seres que inspiran confianza al
escucharlo por primera vez. Pocas personas he conocido con tanto carisma, ese don especial que, según los buenos creyentes, concede Dios a ciertas criaturas que pasan por la tierra.
Muchas veces conversamos y siempre pude comprobar que la primera y buena impresión que me causó iba en aumento. Hablaba poco y eso me agradaba. Cuando lo hacía, con firmeza, pausadamente, era para decir algo que nos hacía pensar.
Analizó el Dr. Biscet la lucha que se libra en Cuba desde hace décadas por una verdadera democracia. Conoce el valor y las ventajas de la libertad social y la economía de mercado y luchó, tomando decisiones bien meditadas. Aunque impaciente, como ocurre a muchos, no
deja de tener razón. Le señalé su premura, mas no a modo de crítica.
La última vez lo vi días después que agentes de la policía política lo detuvieran cuando caminábamos por una calle del reparto habanero de la Víbora, pude percibir su poder de ecuanimidad, el amor de buen cubano que demostraba en todo cuanto hacía.
Hoy el Dr. Biscet está entre rejas. Como luchó contra la injusticia, ha resultado arbitrariamente sancionado. No era posible que continuara dueño de sus movimientos -con tanta luz propia, su tenacidad- en las calles de un país totalitario.
La cárcel, el silencio, un ambiente hostil para una personalidad tan sensible como la suya, no podrá amedrentarlo jamás. Asimilará los peores momentos de su prisión porque posee la cualidad de saber defenderse y saber defender a los demás de no caer en
debilidades o flaquezas.
Estamos ante un verdadero líder y de eso se dieron cuenta quienes lo persiguieron por las calles, quienes lo observaron constantemente, quienes le interceptaban su teléfono o lo detenían decenas de veces sólo porque trabajaba, de forma pacífica, por la libertad
de su país.
Me honra escribir estas líneas sobre mi amigo y hermano, el Dr. Biscet. Para él, mi solidaridad y mi mayor reconocimiento.
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