Como antaño. Por favor, ¿qué hora tiene?
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, marzo - La vigencia del período especial (depresión económica) en Cuba no sólo ha supuesto para el pueblo una ostensible reducción del consumo calórico diario, la evaporización del turismo nacional y... Añejas costumbres
-heredadas de este perdido, pero de todas formas cronometrado mundo occidental- tradiciones ya ancestrales como la de lucir un buen reloj de pulsera o de bolsillo, han caído en desuso, para no decir que en franco proceso de extinción.
Apenas cuatro personas de un total de 30, objeto de un muestreo visual, lucían un reloj en su muñeca en un pueblito de provincia el pasado 20 de febrero. Cabe resaltar el hecho de que el muestreo fue tomado un domingo por la tarde, día y hora en que los lugareños,
desprovistos de su parafernalia de trabajo, salen endomingados, unos a la canturría, otros a hacer visitas o simplemente a caminar. Si la observación arrojó tales resultados un domingo por la tarde, ¿qué habríase visto un miércoles por la mañana?
Aunque determinar si sólo un 13% de los cubanos adultos hoy son propietarios de un reloj no ha sido el objeto de esta breve encuesta visual, de todas formas podría considerarse como una bastante certera aproximación a la realidad, teniendo en cuenta, claro, que la tasa podría
subir en una capital provincial o en la capital del país.
El dato de cualquier modo sorprende, sobre todo si se tiene suficiente memoria como para recordar que en Cuba, hace apenas 10 años, casi cualquiera portaba un buen reloj. Quien tenga más de 30 años, ¿no portó un Wostok, un Raketa o un Poljot? Aún cuando
eran soviéticos, gentilicio al cual la gente atribuía escasa equivalencia a calidad, aquellos aparatos mantenían a la mayoría del pueblo más o menos informada acerca de la hora aproximada.
Hoy, muerto el suministro de aquellas cajitas del tiempo -¡las había que marcaban el día del mes! e incluso ¡¡el de la semana!!- la mayoría de la gente anda al rumbo; los que trabajamos en el campo mirando para el cielo calculamos por el sol o las estrellas, y
los que andan por el pueblo pidiendo la limosna más común en Cuba -incluso a gente que tiene parientes en "la Yuma" se les ve pedirla: por favor, ¿qué hora tiene?
La situación con los relojes despertadores, por otra parte, es todavía más precaria. En apenas una casa de 10 consultadas al respecto funciona todavía uno de aquellos aparatos rusos, de modo que todo el que tenga que madrugar tendrá que acoplarse un reloj biológico
-lo cual podría ser estresante, ¿eh?- o, como hacía los babilonios hace 3 mil años y hacemos hoy en mi escalera -por suerte su propietaria no cobra por el servicio, será porque vive en el segundo piso, digo yo- simplemente despertarse con el cantío del gallo.
Y con esto pasa como con todo. De relojes de todo tipo están abarrotadas las tiendas, no ya rusos, sino... neoliberales. Sólo que, confrontados precios e ingresos, la mayoría de la gente sigue optando como antaño por mirar al sol, desvelarse-estresarse, sintonizar el
gallo o simplemente pedir... la más honrada limosna: por favor, ¿qué hora tiene?
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