Havana Jazz Café. La Habana de ellos
Juan González Johnny
LA HABANA, febrero - En un ambiente artificialmente aséptico, decorado con gusto en estilo ecléctico, con motivos alegóricos al jazz y a algunas de sus figuras más emblemáticas, el Havana Jazz Café trata de hacer lo suyo.
Con una envidiable ubicación equidistante entre los Hoteles Riviera y Meliá Cohiba, pero con precios que lo convierten en plaza inaccesible para melómanos que no cuenten con un respaldo fuerte de moneda dura -léase dólares-, al Havana Jazz Café le falta
espontaneidad.
Este no es el primer espacio que se abre en el país, después de 1959, para el jazz. Queda en la memoria de la nostalgia los lunes de jazz en el antiguo Johnny's Dream, rebautizado como Río Club. Pero haciendo una valoración justa, el Jazz Café está en
desventaja en lo que a oferta artística respecta en relación con el Johnny's.
En el antiguo Johnny's Dream era posible, un lunes cualquiera, encontrar al finado Emiliano Salvador al piano, a Paquito D'Rivera en el saxo o con la flauta, a Nicolás Reinoso con su flauta, a Yoyi Soler en el bajo, a Ignacio Berroa en los drums, Arturo Sandoval y su trompeta, en
inusitados y virtuosísimos "todos estrellas" espontáneos e irrepetibles.
En el Havana Jazz Café predominan las tres "P": prostitutas, policías y privilegiados. Esta es la composición de los habituales, contando con los inevitables turistas extranjeros, que van de paso tratando de verlo todo, pero sin llegar a la verdad de nada.
Le falta al Jazz Café la presencia de poetas, pintores, escultores, grabadores, escritores, críticos y, en fin, todo lo que constituye la bohemia y la mundanidad del jazz. Al Havana Jazz Café le falta Bomba, como dijera el difunto William el negro, el proxeneta más
caballero que ha pisado La Habana, con licencia de Yarini. Es un lugar frío y programado, en armonía con el sistema estéril e incapaz de crear que sufrimos.
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