El pescado y los $10
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, julio - Prescindiendo del lente oficialista, al observar el panorama nacional se encuentra uno con tan espeluznantes absurdos que bien podrían espantar a una momia, por más egipcia o incaica que fuese. Que no haya pescado en una isla rodeada por veinte mares es uno de
esos contrasentidos capaces de meterle miedo al mismísimo Frankestein.
En efecto, según declaró a este cronista un ama de casa pinareña, que se parezca al pescado en lo que va de año lo único que ella ha comido han sido unos jurelitos enlatados allá en el pobre Chile. ¿Pargos, chernas, emperadores? Aunque los asocia al
mar, confiesa Catalina que no sabe de qué le hablo. ¿Langosta, bonito, camarones? Dice la buena señora que no, que eso aquí no se "cosecha".
"¿Serán de la selva o del desierto? Aquí yo jamás he visto eso", afirma con inocencia.
Lo cierto es que al visitar uno de esos locales a los que por tradición se les sigue llamando pescaderías, se puede observar que sigue habiendo allí un "freezer" que mal funciona, una empleada que se rasca la cabeza, una pesa que ¡Hummm! y hasta un flamante
administrador. Pero lo que más llama la atención es un mostrador que... nada exhibe.
Los por qué
¿Por qué tal desabastecimiento si nuestros mares están tan poblados como los de Chile y nos privilegiamos además con una aguerrida flota pesquera y el más equitativo y racional sistema de distribución del universo?
Porque los volúmenes de captura son muy inferiores al consumo, o porque la mayoría del pescado capturado es graciosamente enviado al extranjero o... por culpa del bloqueo.
De diez personas puestas a elegir entre una de las tres posibles explicaciones, nueve optaron por la segunda. Hay consenso. Al igual que con todo lo bueno que produce el país, nuestros nacionales, salvo privilegiadísimos segmentos, deberán conformarse con el olor -si es que
viven cerca de algún embarcadero- pues el sabor lo degustan los inquilinos de otros lares. ¿Serán cederistas franceses, federadas italianas o banqueros suizos los que se relamen con las exquisiteces que produce y desconoce el criollo abnegado? Por el momento se ignora.
Tras constatar el crónico desabastecimiento de pescado fresco que "disfrutan" los cubanos, cualquiera se viera tentado a suponer que no cuenta el país con la necesaria infraestructura para garantizar un suministro estable y diverso. No es así, sin embargo. Ateniéndose
a fuentes oficiales, la prensa nacional propala al respecto buenas y renovadas informaciones el año entero. Todo siempre está listo para emprender nuevas y victoriosas campañas, desde las artes de pesca hasta la flota de camiones refrigerados, pasando por centros de acopio,
industrias procesadoras y recursos humanos.
Sí, indudablemente, en el país hay actividad pesquera, y no sólo en la plataforma marítima insular y en océanos lejanos sino que dentro mismo del archipiélago se crían, capturan y procesan grandes cantidades de pescado.
Se fabrican y botan al agua modernos camaroneros, se producen y ponen en funcionamiento -similares a los del Japón-, aireadores para la cría intensiva de peces, se lanzan al mar cientos de barcos langosteros en febril laboreo, crece la tensión en los puertos de La Coloma,
Batabanó, Gerona, Cienfuegos, Casilda, Manzanillo; se erradica la pesca a pulmón; se introduce el pesquero levable; se humaniza la labor del hombre; se aumenta la eficiencia de la captura -el año pasado cerró con 144 mil 900 toneladas, y en lo que va de año las
embarcaciones trinitarias cumplen el plan de captura al 164 por ciento- se desarrolla la camaronicultura y se introducen y fomentan nuevas especies acuícolas (la claria, ¡ahora sí!); se emplean métodos científicos para multiplicar la producción; se rehabilita
la flota pesquera, sólo en el último quinquenio se concluyeron 27 plantas de procesamiento de diversas especies marítimas y acuícolas; se desarrolla el maricultivo y se pronostica para este año una producción acuícola de 100 mil toneladas.
Y el pescado, ¿dónde está?
Aunque sólo instituciones estatales conocen este tipo de datos, se estima que el índice per capita nacional de consumo de pescado sería significativamente inferior a lo que debía y muy por debajo de lo que podría ser.
Desde luego, en éste, como en muchos otros casos, la gente no se deja matar con los brazos cruzados. La estrechez económica provoca una reacción callada, pero violenta. Alrededor de todo el sector pesquero se ha desarrollado una actividad ilícita para suplir, en
alguna medida, el inoperante comercio regular de pescado. Así, mientras escribo esta nota, escucho ahora mismo la voz de un pregonero: "¡Veinte por diez, y te echo más. Veinte por diez pesos, y te echo más!"
Claro, en los pueblos del interior, lo que principalmente se comercializa (todo ilícito, desde pescar en la presa hasta pregonar en las calles) es pescado de agua dulce: tilapias, tencas, amuras, carpas chinas, todas las cuales eran hasta hace poco impopulares y desapetecidas en Cuba. En
el litoral, y siempre en el mercado irregular es posible hallar de todo, desde una simple cubera hasta colas de langosta con los kilos deseados, con precios altos pero siempre inferiores a los del gobierno en algunas áreas experimentales que venden pescado en La Habana y otros sitios.
Por lo pronto y mientras el gobierno -dueño de todo- decida incrementar y mejorar el suministro de pescado y mariscos al pueblo, tenemos esperanza de, aunque con gusto a fango, comer algo del agua. Vuelve a pasar el pregonero.
"¡Veinte tilapias por diez pesos, y te echo más. Vaya veinte tilapias por diez pesos ...!"
Epílogo muy común
¿Por qué tanto pregón si escasea el pescado?
"El problema es que los diez pesos están escasos también!"
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