Nada de que alarmarse
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, julio - De toda la provincia llegan inquietantes noticias: tal empresa está trabajando hasta el mediodía; el taller tal cerró, tal fábrica trabaja sólo por la mañana, el aserradero cerró sus puertas. Unas veces se especifica el tiempo,
otras es por tiempo indefinido.
El hecho es que hay un caudal de información suficiente como para considerar que, en esta primera quincena de julio del 2000, la provincia Pinar del Río está viviendo una real parálisis económica.
A pesar de la magnitud de los hechos, la prensa local permanece prácticamente ajena a los mismos. Sólo en la última página del semanario provincial, en su número del viernes 7 de julio, encuentro una referencia tangencial a la crisis que enfrentará la
provincia, y presuntamente todo el país, en el último semestre del año en curso.
La anomalía económica, por lo pronto, se traduce en reducción de la jornada laboral, licenciamientos forzosos, cierres temporales o indefinidos... pero, en pleno asueto veraniego, los despidos están siendo camuflageados con unas vacaciones temporales.
Habrá que ver, sin embargo, qué sucede tras un período de cierres parciales o totales de centros de producción. Aunque hay una lógica teoría que plantea que en Cuba dan más resultados las empresas cerradas que las activas. Hay desde ahora
preocupación por ver qué pasará cuando se deje de producir lo que hasta hoy se generaba.
Aunque la prensa oficialista sea remisa a publicitar las más comunes tribulaciones de la gente hay una palpable consternación a nivel popular cara al futuro. No se visualiza solución alguna sobre todo si ésta pasa, como es aquí el caso ineludible, por las
mismas manos que hasta hoy conducen la vida económica del país.
La actual desaceleración en la actividad económica obedece a razones bien conocidas: alza del precio del petróleo; baja del precio del azúcar; prolongados períodos de sequía; crónica ineficiencia del engranaje económico autóctono.
Nada anormal ni relevante, nada de que alarmarse, según la nomenclatura y su aparato propagandístico: el pueblo, abnegado, capeará la crisis y esperará tiempos mejores.
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