CUBANET ...INDEPENDIENTE

29 de febrero, 2000



¡No!

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA VIEJA, febrero - Hoy escribiré un artículo de lo más extraño. Consiste en arrojar un poco de luz sobre una zona oculta de nuestra realidad histórica. Es un asunto que probablemente moleste. El tema tiene relación directa con nuestra autoestima. Se trata del orgullo nacional. Y pienso que ha llegado la hora de poner las cosas en su sitio. Será un artículo controvertido; un engendro lleno de contradicciones, pero es lo que más se parece a la realidad.

Es bueno, para empezar, decir que ninguna de las dos revoluciones, la de 1895 y la de 1959, han ganado para Cuba la anhelada soberanía nacional. El sueño de José Martí, o la forma en que soñó su sueño, continúa posponiéndose; y pienso que será indefinidamente, pues la época en que la dignidad nacional se medía por fronteras hoy se ha reducido (o se está reduciendo) al individuo. Es como si, parafraseando la célebre frase de Descartes, dijéramos: "Soy digno, luego tengo derecho a existir". Y es que la interrelación, más allá de nuestra frontera de palmas y gallos, es una realidad inevitable; no a nivel de nación, sino de individuos. El mundo se ha reducido, pero para crecer. Las dictaduras y las tiranías no podrán sobrevivir en un planeta globalizado; y nadie a título personal podrá convertir a un país en una casa con las puertas y ventanas cerradas por la sencilla razón de que cada individuo, gracias al progreso de las comunicaciones, se ha convertido en su propia casa.

Entonces, si aceptamos que cada individuo es su propia casa, estamos listos para entender que la salvación es personal, no colectiva. Y si de años anteriores pudiéramos decir que el destino político de Cuba siempre ha estado subordinado a políticas foráneas, hoy me atrevo a afirmar que el respeto a nuestra soberanía nacional dependerá de cada cubano esté donde esté. La época de las grandes batallas, donde participaban millones de soldados, ha quedado para la Historia. La guerra moderna de los próximos tiempos ocurrirá (o está ocurriendo) en el interior de cada persona. Ustedes tienen que acordarse del "Pequeño Príncipe" cuando llega al asteroide donde vive un Rey solitario. Esta moraleja nos demuestra que los dictadores y tiranos siempre serán reyes en tanto cada uno de nosotros aceptemos ser su vasallo. De manera que el lema para el presente y el futuro de nuestro mundo es aprender a decir ¡NO! a lo mal hecho. ¡NO! a todo cuanto suponga entregar en las manos de otra persona nuestra intransferible, única y necesaria condición de vivir en la verdad. Pues sólo en la verdad es que podremos dignificar nuestras vidas miserables sometidas por cualquier tipo de Poder. Pero para decir ¡NO! hay que tener valor personal o estar un poco loco. Pues existe toda una maquinaria estatal preparada especialmente para que jamás nos atrevamos a decir ¡NO! Así que el derecho a vivir en la verdad puede alcanzarse ganando pequeñas batallas de nuestro diario entorno. Son pequeñas victorias que, en apariencia, parecen no tener ningún valor; pero cuando se convierte en una práctica cotidiana, uno, con el tiempo, comienza a vislumbrar sus resultados; y entonces ningún Rey os podrá obligar a permanecer en su asteroide si hemos aprendido a decir: ¡NO!



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