Sin dosis de heroismo
Iván García, Cuba Press
LA HABANA, febrero - Quiera Dios que el 16 de febrero no haya sido el último día en el que pude compartir con mi amigo Ariel Tapia. Durante tres años y medio, sin dosis de heroísmo, pero con calidad, Ariel escribió para Cuba Press. Desde el 17 de febrero es uno
más entre millones de compatriotas que viven el desgarrador exilio.
Si algo han aportado los 41 años de la revolución de Fidel Castro son inmigrantes. Económicos o por motivos políticos. No importa. Son dos millones de almas que dejan atrás su patria y sus costumbres. La mayoría se va forzada por las duras
circunstancias económicas y falta de libertades. La vuelta a la isla de las altas palmas se les antoja lejana e imposible. Así ha sido.
Así piensa Ariel Tapia que será su exilio. Cree que sus restos van a descansar en suelo ajeno. Es pesimista con el futuro de Cuba. El día anterior a su partida la tristeza lo embargaba. Se le notaba en el rostro y en la voz mientras almorzaba conmigo y con mi madre, Tania
Quintero, también periodista independiente, en una sencilla despedida que le hicimos en nuestra casa horas antes de partir hacia los Estados Unidos. Con un nudo en la garganta dijo: "Es un viaje con boleto de ida".
Mal augurio. Tal vez por ese fatalismo que acecha a los cubanos piensa que la dinastía de los hermanos Castro es infinita. No lo es. Y tú, Ariel, con 26 años verás el final de esta historia que en sus inicios levantó tantas expectativas y terminó siendo
una estafa.
Las despedidas están bañadas de pesimismo, nostalgia y melancolía, máxime cuando se trata de un exiliado cubano. Un destierro de nuevo cuño, obligado por el sistema autoritario que rige en Cuba.
En esas horas previas a tu adiós, fue inevitable recordar tus primeras incursiones como periodista independiente. Fui yo, quien desde niño te conocía y sabía de tu talento y lucidez, el que habló contigo. Era una fría mañana sin nubes del mes de
diciembre de 1995 cuando te sugerí la posibilidad de comenzar a escribir para Cuba Press. Raúl Rivero, el director, no te prometió nada. Te dijo: "Escribe, luego veremos".
Autodidacta y sin vocación para el protagonismo fue paso a paso escalando. Llegó a ser de las mejores plumas. Y también de los más callados y modestos. Juntos cubrimos diferentes noticias. Compartimos noches entre tragos de ron al pie del busto de José Martí
que está a la entrada del Instituto de la Víbora, casi al frente de la casda de Ariel. ¿Cuántas veces los dos y un grupo de amigos tratamos de recomponer nuestros sueños?
Cada vez más el círculo de amigos disminuye. Viendo una vieja foto me doy cuenta. Ernesto, Mario, David, Damián y tu ya no están. Es una lástima. Vamos quedando menos. También han desaparecido las tertulias nocturnas junto al busto de Martí. Si
una vez nos volvemos a reunir allí, se extrañará tu agudeza y capacidad de síntesis.
Fue el camino que elegiste, Ariel. O te viste obligado a elegir. Ahora, en Estados Unidos, te insto a que labres tu futuro. Juventud y talento te sobran. Pronto pasará la nostalgia - ese ladrón oculto que roba fuerzas - y la vida continuará. Pero los que desde el otro
lado del Estrecho de la Florida defendemos nuestros criterios y semanalmente reportamos la otra cara de Cuba, no te olvidaremos.
La patria no es un objeto desechable. Se lleva en el corazón, para toda la vida. Tú tampoco dejarás de soñar con ella. Sobre todo con tu patria chica, La Habana.
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