CUBANET ...INDEPENDIENTE

28 de febrero, 2000



En el aniversario de la muerte del padre Félix Varela

Rev. Pedro Crespo Jiménez, Grupo de Trabajo Decoro

LA HABANA, febrero - "Mi designio no es matar hombres, sino salvar almas". Estas palabras de Félix Varela, expresadas cuando apenas era un adolescente, parecen predecir el futuro de su vida, no sólo en el sentido religioso que él le atribuye.

Con el tiempo, se convirtió en el primer maestro cubano cuyo talento y pluma servirían a la causa de su patria.

Félix Francisco José María de la Concepción Varela y Morales nació en La Habana el 20 de noviembre de 1788. Sus padres fueron Francisco Varela y Pérez, oriundo de Tordesillas, en Castilla la Vieja, España, y de María Josefa Morales y Medina, nacida en Santiago de Cuba y su hogar estaba enclavado en la calle del Obispo entre Villegas y Aguacate.

El padre Varela tuvo una actitud crítica ante las ideas y problemas de su tiempo.

Su actitud estuvo condicionada en lo fundamental por el grado de desarrollo socioeconómico de su país, por su propia formación y por su extracción social. Creció en el seno de una familia donde estuvieron presentes la carrera de las armas y la eclesiástica.

Por naturaleza todos los hombres tenían, según Varela, iguales derechos y libertades.

Los pueblos pierden su libertad, afirmó Varela, por la opresión de un tirano o por la malicia y ambición de algunos individuos, que se valían del mismo pueblo para esclavizarlo al paso que le proclamaban su soberanía.

Y con respecto a los gobiernos, valoró que "no tiene derecho de vida y muerte ... ni es el señor de vidas y haciendas, como se ha dicho con agravio de los pueblos".

"El gobierno es un mero ejecutor de la voluntad general, autorizado según las leyes para juzgar y dictar otras nuevas cuando la necesidad lo exigiera, pero siempre ciñéndose a la justicia".

Un gobernante que respetara las leyes, aún cuando cometiera errores, podía estar seguro del aprecio popular "mas si se erige en árbitro de la suerte de los hombres debe esperar las maldiciones de éstos".

Para el padre Varela una sociedad de hombres libres es aquélla en que los derechos de los hombres son respetados y, por tanto, no pueden ser sometidos a la esclavitud.

Es obvio que el mensaje cívico está presente en estos planteamientos varelianos, expresados con la claridad y valentía que caracterizaron su pluma.

El padre Varela representó los intereses de su patria en las Cortes. El mentor cubano no sólo planteó la prohibición del derecho a importar negros, sino que, por primera vez en la historia de Cuba, expresó la necesidad de abolir la esclavitud con indemnización.

No concebía que un hombre pudiera no creer en Dios. Pensaba que quienes se declaraban ateos lo hacían por temor, por vanidad o quizás por el deseo de llamar la atención, pero ninguno era sincero.

Su ideario ético refleja su firme credo religioso. Por ser el padre Varela como fue, pudo legar a las nuevas generaciones conceptos y valoraciones morales que aún hoy deben inducirles a la reflexión y el autoanálisis.

El padre Varela calificó a los tiranos de traficantes de justicia, ladrones legales, corruptores de la moral, opresores de los pobres, asesinos de toda honra y enemigos de la paz y felicidad de los pueblos. Para él, el cristianismo es irreconciliable con la tiranía: "Toda sociedad verdaderamente cristiana es verdaderamente libre...", porque, según su criterio, el cristianismo y la libertad son inseparables.

Al padre Varela le corresponde la honra de haberse enfrentado -sin temores ni vacilaciones, auxiliado por su firme fe- en desigual batalla contra los errores, prejuicios y pasiones de su época.

Participó en la arena caldeada de todas las luchas de su tiempo. Y lo hizo conscientemente.

Fue un hombre de lucha. El más estricto cumplimiento de sus deberes sacerdotales no le impidió nunca el cumplimiento de sus deberes cívicos, porque ambos deberes no están reñidos.

El silencio público de su pluma en los últimos años de su vida no significó una renuncia a su ideal independentista.

El Apóstol de la Eucaristía y educador insigne de los valores cívicos y cristianos falleció un viernes 25 de febrero de 1853. Amó y ayudó a los oprimidos, a cuantos padecían injustamente.

Fiel discípulo de Jesús, lo siguió hasta la cruz, padeciendo la condena a muerte y el destierro.

Perdonó a los enemigos y ofreció su vida por la libertad de Cuba.

Ya que él nos enseñó a pensar, aprendamos a amar lo que él amó: Una patria unida, creyente, libre, próspera, solícita en custodiar los valores éticos.



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