CUBANET ...INDEPENDIENTE

28 de febrero, 2000



Réquiem por mis viejos discos

Jorge Diego Rodríguez, Cuba Press

LA HABANA, febrero - Ya estamos en el año 2 mil. Pero desde años antes podían encontrarse en muchos hogares una cassettera, un televisor en colores, una reproductora de discos compactos... aunque esta última es todavía un sueño para la mayoría de los cubanos de la isla. Y en algún librero o rincón yacen, muchas veces olvidados y sucios, los viejos discos.

En mis tiernos años el mejor maestro de educación musical que tuve fue un tocadiscos fabricado en Inglaterra. Mis padres acumularon placas de "long-playing" y "short-playing" de finales de los años 50, tanto de producción nacional como extranjera. Las marcas cubanas Puchito, RCA Victor cubano, Seeco Records, Panart y la foránea Columbia, entre otras, estaban presentes en la discoteca hogareña.

Entre los artistas del patio figuraban La Sonora Matancera, la Orquesta Aragón, la Orquesta de Danzones de Antonio María Romeu, Gonzalo Roig y su Orquesta, Everardo Ordaz, Benny Moré, Barbarito Diez, Elena Burke, Fernando Alvarez, Olga Guillot, Rolando Laserie y tantos otros, una parte de los cuales se marchó al exilio a partir de 1960.

También podía escuchar una selección bastante heterogénea de la música internacional de todos los tiempos. Allí estaban presentes los rumanos Jean Neago y Jacques Zarou con sus respetivos grupos de violines, Los Chavales de España, las orquestas sinfónicas de Hollywood y Minneapolis, el mexicano Miguel Aceves Mejía, Waldo de los Ríos y su Orquesta, el argentino Luis Aguilé y los también gauchos Los Cinco Latinos, entre otros.

Años después vino el monopolio discográfico estatal en Cuba, que perdura hasta nuestros días. En las décadas de los 60 y 70 se incrementó ligeramente el volumen de discos en casa, con nuevas producciones de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM), que tomó en sus manos la producción y reproducción discográficas.

El precio de los discos se duplicó (de cinco pesos a diez pesos por unidad en los de mayor tamaño). Aparecieron también en el mercado cubano producciones foráneas. Las soviéticas eran bastante malas, las de Checoslovaquia, Hungría y Canadá tenían aceptación del público. Discos de España, América Latina y Estados Unidos eran traídos por marineros mercantes y escuchados en ámbitos privados.

Luego vino la decadencia de los discos, la rotura de los viejos tocadiscos y de los fabricados en los países comunistas. Las cassetteras se convirtieron en un fuerte rival y fueron suplantando a los fonógrafos. El "período especial" significó la desaparición casi completa de la producción discográfica y de la existencia de novedades. Actualmente, algunas producciones de la EGREM se comercializan en divisas.

En estos umbrales del siglo XXI, tengo que dar un réquiem por mis viejos discos, compañeros de tantas jornadas, unas radiantes, otras amargas, como la historia que vivimos.



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