S.O.S. a los inversionistas extranjeros
Héctor Maseda, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, febrero - Las inversiones extranjeras en Cuba no siguen el comportamiento previsto por las autoridades gubernamentales en aquellas áreas que requieren con cierta urgencia la introducción de nuevas tecnologías, capitales y/o mercados, que no pueden ser asumidas por
el gobierno en su totalidad.
"Queremos más inversiones en correspondencia con la política que hemos establecido...", exclamó el doctor Carlos Lage Dávila, Secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, el pasado 12 de febrero durante el balance anual del ministerio
cubano para la Inversión Extranjera y la Colaboración Económica (MINVEC).
El S.O.S. lanzado por Lage centró su atención en los tiempos excesivos empleados en las negociaciones, desde que se inician hasta su firma, superiores a un año, cuando la media internacional es bastante inferior a esa cota, y a las complicaciones adicionales que se le
presentan a los inversionistas después de concluidos los acuerdos, sin que puedan evitar esas demoras los organismos cubanos involucrados en ellas.
Estos atrasos deprimen el curso normal de los convenios, le impiden a las autoridades del país obtener ganancias a la mayor brevedad posible y comprometen más aún el débil prestigio negociador que poseen.
Por otro lado, si sugerentes fueron los datos ofrecidos, sin explicaciones previas, como parte de los logros de ese organismo en el pasado año, de poco serio podríamos calificar la exclusión en éstos del número de empresas extranjeras que en igual período
decidieron concluir su gestión comercial, así como no hacer mención al valor total de las inversiones foráneas durante ese año.
Organismos económicos internacionales, tales como la Comisión Económica de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, son de la opinión que países tercermundistas, con deudas externas ascendentes a decenas de miles de millones de
dólares y con sus economías en fase de transición o reajuste, como Cuba, no deben comprometer -al menos durante los primeros años- presupuestos anuales superiores al 30-35% ni inversiones de capital inferiores al 30% de su producto interno bruto (pib), si en realidad
desean tener un crecimiento económico sostenido.
Cuba destina presupuestos anuales superiores al 70% de su pib y las inversiones totales que realiza año tras año en moneda libremente convertible y nacional no se aproximan al 30% del pib como recomiendan los especialistas. Si a esto le añadimos que el gobierno cubano
sostiene la enorme carga que representan para el presupuesto nacional los gastos militares derivados del ministerio de las Fuerzas Armadas y del Interior, muy por encima de sus posibilidades y necesidades, así como los fuertes subsidios para mantener funcionando las grandes empresas
irrentables (centrales azucareros, entre otras); podemos formarnos una idea bastante clara del camino que lleva nuestra economía en su conjunto. La verdad salta a la vista.
De modo que ahora sí entendemos el llamado de alerta lanzado por el dirigente cubano. Alarma que prudentemente va dirigida más bien a las máximas esferas gubernamentales que a la ciudadanía. El pueblo, por decirlo de alguna manera, no tiene en sus manos el cetro que
concede premios o castigos y el doctor Lage es una de las figuras nacionales que lleva sobre sus hombros la responsabilidad de la buena marcha económica del país.
Para este dirigente no es secreto que la economía cubana marcha por senderos preñados de múltiples y casi insalvables obstáculos y un error, por pequeño que sea, puede condenarlo eternamente al infierno.
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