CUBANET ...INDEPENDIENTE

24 de febrero, 2000



Espíritu tribal

Manuel Vázquez Portal, Grupo de Trabajo Decoro

LA HABANA, febrero - Anda el mundo derribando fronteras. Lo que ayer no más era un extenso y casi desconocido territorio, hoy cabe, entero, en el ojo atento de un satélite artificial. Se cruzan y entremezclan ideas y productos con la celeridad de los mensajes urgentes. Tan pequeño como el patio de la casa donde jugamos en la infancia se ha vuelto el planeta gracias a la cultura moderna. El indetenible proceso de globalización hace que la patria se agigante y el mundo entero sea nuestra patria. En el libre proceso de intercambio los países de avanzada se solidifican y los rezagados inician el camino hacia su desarrollo para, más tarde, todos, ser la patria de una civilización.

Sin embargo, Cuba, perdida ya su esperanza de globalizar a la manera socialista, se atrinchera en posiciones de franco nacionalismo para preservar un poder que se torna cada día más reaccionario. Se aferra a viejos dogmas venidos a menos en los campos de la economía y la política y sumerge a la ciudadanía en el pantano de la desinformación, la pobreza y el unipartidismo.

No es el embargo económico decretado por Estados Unidos lo que aísla al país. Lo separa del resto del mundo su incapacidad para aceptar el fracaso de un modelo económico obsoleto, su incompetencia para insertarse en el mercado y su postura abiertamente totalitarista. Pero acude a la maniobra de las causas exógenas para justificarse frente a la opinión nacional e internacional. No es "el imperio" quien no nos permite incorporarnos a la marcha del mundo. Es el macabro plan de insularización política llevado a cabo por un gobierno tiránico a quien debemos el rezago y la desarticulación en relación con el resto del planeta. Corresponde a los países cerrados el espíritu de la tribu. Y en ese estrechísimo ámbito ha querido el gobierno cubano mantener la nación.

Todo intercambio con el exterior puede significar la certificación de un mundo más propicio para el individuo y ello no sería conveniente para la perpetuidad política a que se aspira. Es más provechoso entonces culpar a "un gran enemigo" de nuestro aislamiento que aceptar el autoencerramiento como una medida de protección al poder que se detenta. Exacerbar el sentimiento tribal es por tanto una necesidad frente a la fuerza de un mundo que cada día se abre más.

El fantasma de la globalización en el que, por supuesto, el país líder es el mismo que se ha tomado como pretexto para las maniobras de "el bloqueo", viene a ser el punto focal de todo el nuevo andamiaje con que pretende la jerarquía política cubana enmascarar sus verdaderas intenciones de perpetuarse en el poder. Así arremete contra la globalización con las consabidas armas del tribalismo.

Apela a la manipulación del concepto de independencia achacándole al libre intercambio de productos e ideas un carácter agresor. Acude a la manipulación del concepto de nacionalidad otorgándole al libre flujo del comercio y el pensamiento un carácter invasor. Recurre a la manipulación del concepto de identidad dotando al noble interés de satisfacer las necesidades materiales y espirituales de un carácter corruptor.

Creada ya esta confusión en la que el ciudadano no descubre que la independencia, la nacionalidad y la identidad no son las que sufrirían con la incorporación del país al mundo, sino que lo que mermaría, hasta desaparecer, sería el modelo político en el cual una casta de burócratas centraliza la vida de la nación, se hace necesario que la población identifique la patria, la nacionalidad, la independencia, la identidad con el poder establecido para salvaguardar su permanencia como gobernantes. Nada mejor entonces que un caudillo en quien se resuman todos los atributos y aspiraciones de la nación.

Con un ciudadano que ve en el caudillo la representación de la patria, la nación, la independencia, la identidad, se ha alcanzado al hombre primitivo que, subordinado aún a los designios del cacique y del brujo, no requiere más que sancocho para sobrevivir, tambores para invocar a sus dioses y lanzas para enfrentar al invasor. He ahí el espíritu de la cultura tribal. Toda apertura sería el riesgo de perder el control absoluto. Obtener esta concepción, y mantenerla lejos de la influencia foránea, es la garantía del régimen para su perpetuidad.

Desde esa óptica, la cultura nacional deviene trinchera frente a la avalancha cultural que supone la globalización y se hace indispensable salvar la cultura nacional. Salvar la cultura nacional, en esos términos, es darle paso a las teorías multiculturales en las cuales lo que se empolla es un nacionalismo retardatario. No incorporar, ni incorporarse, a la cultura global es sepultar la cultura nacional. Pero para los nacionalistas, caudillistas, totalitaristas se hace más efectivo porque los mantiene en el poder. El multiculturalismo propone la salvación, protección y existencia de todas las culturas. La cultura tribal, nacionalista, totalitarista en la cual UN DÓMINE político define qué es y qué no es cultura halla su resguardo en la teoría multicultural. Pero, ¿quién niega la multiculturalidad de la globalización? Lo que ocurre es que la globalización dota al individuo de las herramientas necesarias para definir por sí mismo qué es o no cultura, y eso aterra a quienes se proponen que en la Era Cibernética sus pueblos vivan en la cultura paleolítica.

La única manera de salvar la cultura nacional es elevándola a la categoría de cultura global, despojándola de folklorismo y manquedades locales, conduciéndola a una competitividad capaz de sobrevivir frente a otras culturas. La experiencia de culturas truncadas por invasiones es palpable en la historia de la humanidad. La conquista y colonización del continente americano devastó la autoctonía de grandes culturas, pongamos por ejemplo, pero la globalización no es una invasión, al menos en el sentido tradicional del término, o como quieren hacerla ver quienes sospechan que con la universalización de la cultura perderán su empleo de brujos de la tribu.

La globalización, por el contrario, propicia la proyección de las culturas nacionales hacia un plano más vasto, hacia el conocimiento de ellas a nivel más universal, a un consumo de mayores dimensiones. A cada época corresponde una cultura. Así como el Renacimiento engendró un Miguel Angel, como el siglo XX produjo un Albert Einstein, la cultura globalizada del siglo XXI dotará a la humanidad de su poeta, su credo y su alimento. El mundo existe aún. Nada hay que temer.



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