Gajes de los viajes
Magali Cruz, Cuba Press
LA HABANA, febrero - Corría el año 1837 y también el primer tren en Cuba, de La Habana a Bejucal. ¡Antes que en la metrópoli! Corre el 2000, la isla cuenta con cerca de 12 mil kilómetros de vías férreas... y también con los servicios
ferroviarios más fastidiosos que cuerpos humanos hayan resistido.
Los atrasos en la salida y circulación de trenes son habituales; también lo es la cancelación alegando falta de combustible o roturas en locomotoras. El tren de primera categoría Habana-Santiago de Cuba -bautizado como el Pájaro Azul por su rapidez- parece ser
la excepción de la regla.
Una gran parte de las personas que viajan por ferrocarril lo hacen porque no consiguen o no pueden costearse los boletos para ómnibus o avión, este último además bastante restringido.
Un pasajero se quejó del pésimo alumbrado, y hasta de tener que usar linternas o cerillas, pues la oscuridad es temida ya que propicia el robo.
La escasez de agua potable se suma a estos sinsabores. Además, a veces se venden raciones poco nutritivas, que cuestan entre cinco y doce pesos, demasiado para el ciudadano medio. La mejor oferta, por supuesto, es en dólares. Un funcionario de la dirección nacional de los
Ferrocarriles de Cuba se refirió al gran disgusto que esto ocasiona, debido a que por este medio viajan principalmente los de menos recursos.
Cuando alguien queda dormido, lo pueden despertar en cualquier momento los policías, que revisan los bultos en busca del trasiego ilegal de productos, y piden insistentemente los carnés de identidad.
En relación con los bienes que se transportan por flete, las autoridades ferroviarias han extremado en los últimos tiempos las medidas de seguridad, a fin de eliminar el robo y el extravío. Pero se comenta que aún esto no se ha logrado.
Mientras tanto, la situación de los trenes inter-municipales es peor. Atendiendo a que recorren pequeñas o medianas distancias, y a la carencia de piezas y accesorios, tal parece que en los talleres de reparación de los viejos coches se han empeñado en borrar
cualquier vestigio de confort. Lo común es encontrarse con duros e incómodos asientos; ventanillas con cristales rotos o sin ellos, o que no cierran, y coches que carecen de retrete.
El ferrocarril cubano, en general, ha ganado una mala fama. Ni los bellos paisajes que se pueden disfrutar son capaces de sacar a algunos viajeros de su enojo. Ni siquiera el arribo a la terminal significa a veces el fin de los absurdos maltratos. Por ejemplo, un viejo señor, que pedía
a una empleada lo dejase entrar al retrete, recibió esta respuesta: "Los baños son para los viajeros". El hombre, rabioso, preguntó: "¿Y yo qué soy, un astronauta?"
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