CUBANET ...INDEPENDIENTE

24 de febrero, 2000



Peor que un crimen

Lázaro Echemendía Martínez, Cuba Press

LA HABANA, febrero - Año de 1804. Trescientos dragones franceses penetran de modo ilícito en el gran ducado de Badén -más allá de las fronteras francesas- y se apoderan del Duque de Enghien. Cuatro días más tarde es llevado ante consejo de guerra:

- ¿Ha estado usted en relaciones con los agentes de Inglaterra?

- No.

- ¿Ha recibido usted una pensión de Inglaterra?

- Sí.

- ¿Tenía usted la intención de entrar al servicio de Inglaterra?

- Sí, para salvar a mi patria.

- ¿Se ha puesto usted a disposición de Inglaterra para hacer armas contra Francia?

...

Pero ya desde mucho antes estaba decidida su suerte, el ser un Borbón, cualidad incompatible con el "nuevo hombre" francés, era su inexcusable culpa. A la mañana siguiente cayó como un valiente bajo las balas. Fusilado a los treinta y dos años por orden del más ilustre engendro de la revolución francesa, ídolo a la sazón de los progresistas de toda Europa, y convertido en emperador poco tiempo después, para vergüenza de progresistas y martirio de Europa: Napoleón Bonaparte.

El continente en pleno se alzó en protesta. ¡Criminal! -vociferaban en contra del corso los millones de seres que tenían a las realezas por designio divino. Del otro lado, sus propios vasallos, llamando criminal... al hecho. La clásica reacción en cadena, donde arremete y cotra tal ímpetu el efecto que margina la causa.

En medio de toda aquella vorágine de cólera y gargantas, dejó escucharse una voz, una voz ajena a los desvaríos de la sangre, una voz que de tan fría helaba los tímpanos. "Fue peor que un crimen", sentenció, "fue una equivocación", axioma que en mi opinión sintetiza el espíritu de la política "inteligente", "HACER LO MAS CONVENIENTE, NO NECESARIAMENTE LO MAS JUSTO" , avalado por la politisanta boca de su celebérrimo autor, -no puedo menos que sucumbir a los adjetivos- José Fouché.

No estoy, definitivamente, entre los epígonos de semejante profeta. ¿Cómo admirar a personalidad tan siniestra, a quien fuera maestro católico y luego saqueador de iglesias, regicida y fervoroso vasallo, "mitrailleur de Lyon" y humanista, estoico y multimillonario, revolucionario empedernido y honorabilísimo Duque?

Sin embargo, reconozco el valor de su precepto, y su vital importancia dentro del arsenal de estocadas de un estadista, aún de los buenos estadistas.

Lo que de verdad alarma es cuando "HACER LO MAS CONVENIENTE..." se hace obsesión, al extremo de que hasta nimiedades -ajenas por naturaleza a los manejos del estado, y en cualquier caso secundarias- como el suspender la salida al exterior de un periodista para recibir un premio; el viaje a Europa de un insignificante disidente, "cabecilla de un microgrupúsculo contrarrevolucionario", desenmascarar una intrascendente manifestación de "analfabetos".

Otras no tan irrelevantes cuestiones, como el regreso urgente a la patria de un equipo de boxeo, los controles antidoping de tres deportistas y el reclamo de un pequeño náufrago, sean acuciante menester del "Pontífex Máximus".

Nefasta ironía de un país económica y espiritualmente devastado. Y que sumado a esto se intente garantizar la perpetuación del status a expensas, por citar dos ejemplos, de quien mejor interpreta y entiende a cabalidad el pensamiento del gobernante o de altoparlantes embulladores de historia, política y estadísticas.

Así pues, ¿qué sucederá cuando después de lo inevitable queden las bridas del carruaje del poder en manos de quienes, por oficio, no sabrán qué hacer al acercarse al despeñadero? ¿Podrán cerebros repletos de ocio afrontar tamaño desafío? O abordemos la perspectiva más sombría: ¿Podrán con la nostalgia de la pérdida o nos lanzarán, revolucionariamente, al vacío? De seguro que no, pero la solución no será estrictamente cosa de hombres. Por supuesto que habrá una salida, por más que pensar se haga oficio cada vez más riesgoso y los papagayos batan récords de cotización.

Comencé con absoluta intención, por la Francia de hace dos siglos, pues creo en las enseñanzas de la historia, como también en ese don exclusivo suyo de copular con el tiempo para reencarnarse a sí misma. Empero, si en cierta versión aproximada -estropeada, en virtud del rango de sus guionistas- subsiste evidente parentesco con el drama borbónico, incluso hasta en el cruento desenlace, no así en la opinión de dos de sus respectivos contemporáneos:

EL DERRIBO DE DOS AVIONETAS INDEFENSAS FUE PEOR QUE UNA EQUIVOCACION. FUE UN CRIMEN.



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