(I)
Escuchad, Dios, mi oración, no te escondas de mis súplicas, sobre tu pueblo echaron iniquidad como una terrible enfermedad que me oprime el corazón.
Dolor y odio están sembrando, la opresión y el terror acecha a los hijos de tu pueblo inerte dejando tras de sí la muerte de los valientes que están luchando.
Dios de los cielos, ¡despertad! Oye el grito de tus fieles en agonía, porque tú eres la salvación de un pueblo en aflicción que ha perdido la libertad.
(II)
He aquí, estos verdugos peleles sin ser turbados gobiernan, alcanzan poder y bienestar, sacian sus antojos sin pensar en el hambre y la miseria de tus fieles.
Se mofan y hablan con maldad, oprimen al pueblo con violencia, ponen su boca contra el cielo, ése es su afán y su anhelo: destruir al Dios de la Verdad.
Las bestias de mi tierra cautiva derraman la sangre del pueblo, la infamia, la mentira y el engaño, la injusticia y el clamor del desengaño han cercenado la patria mientras viva.
(III)
El inicuo lo que no es suyo toma, con escarnio sostiene al régimen, con iniquidad y oprobio manda. El pueblo exige y demanda la justicia y el amor que nos quitó.
Esclavos somos en nuestra tierra, la que para vivir nos diste. Errantes en otras tierras lloramos, con nostalgia y extrañeza oramos por los felones que nos hacen la guerra.
Hacen desmanes y no temen, y salen por sus caras la gordura, se cubren la ropa con violencia, con el pueblo no tienen clemencia, con alevosía y crueldad se mantienen.
(IV)
Dios, el pueblo quiere vengarse del fariseo y del inicuo cruel hasta tu misericordia gentil, arrasad con esta plaga de reptil si el monstruo persiste en quedarse.
¿Hasta cuándo, Dios bendito, estarás airado con tus fieles? Nuestro pueblo está quebrantado, sufre su dolor desamparado, lucha contra el destino maldito.
Contra el pueblo cayó tu furor y fue reprendido por tu ira, tus saetas cayeron sobre él, ni sombras quedan de tu pueblo fiel después de tanto tiempo de dolor.
(V)
Miro a mi pueblo y no lo veo pero siento palpitar su corazón, se retuerce en el abismo por un estigma de fatalismo impuesto a la fuerza por los fariseos.
Dios del poder y de la bondad perdona nuestros pecados, ten compasión del alma y del dolor, de la miseria, el llanto y el terror, que sufre tu pueblo sin piedad.
Cansado estoy de llamarte, mi garganta se ha enronquecido, el enemigo se ha hecho poderoso, destruye al pueblo lo más hermoso que tú creaste para adorarte.
(VI)
Pueblo mío, batid las manos, aclamad a Dios con júbilo porque Dios es la salvación, dará fuerza y vida al corazón, liberará a nuestros hermanos.
Cristo, tu señal ya está llegando, el inmundo no quiere verla, haz que surja de nuevo la tormenta para que el monstruo se arrepienta del holocausto que está tramando.
Cristo, descarga sobre ellos tu ira y el furor de tu enojo los alcance, sea su palacio asolado, sus lujos y privilegios arrasados junto a sus engaños y mentiras.
(VII)
Misericordia y juicio cantaré por el camino hacia ti, mi Dios, en la integridad de mi corazón, buscando en ti la salvación para mi alma que tiene fe.
¡Escuchad! El pueblo te respalda contra los enviados por Satanás que hacen iniquidad contra ti, lanzan veneno con frenesí y asaetean al pueblo por la espalda.
¿Por qué te abates, alma mía? ¿Por qué te turbas dentro de mí? Espera de Cristo su compasión porque El es tu absolución del infierno y de la muerte impía.
(VIII)
Enmudezcan los labios mentirosos que hablan contra El Salvador. Tormentos de fuego caigan sobre el impío, que tiemble la tierra como desafío de mi Dios Todopoderoso.
Voz de Cristo sobre los montes, truenos de fe y esperanza, voz de Dios, de luz y de gloria, haz que tu pueblo obtenga la victoria. ¡Abranse las puertas del horizonte!
¡Que tiemble el que sin piedad ha torturado a su pueblo, caiga sobre él Tu maldición porque tuya será la salvación de mi patria: la libertad! |