Nuestros años difíciles
Jorge Diego Rodríguez, Cuba Press
LA HABANA, febrero - El auge de la religión y de la superstición se aprecia a simple vista en Cuba. Uno puede ser abordado en un mismo día por varios predicadores de distintas denominaciones. Por dondequiera se ven "santas" y "santos" vestidos de blanco,
o ciudadanos con collares y pulsos de peonías u otras semillas, donde están presentes elementos africanos. En las ferias se ofertan todo tipo de artículos religiosos y mágicos, incluida abundante literatura, como los folletos con horóscopos. Ojos sangrantes,
atravesados por puñales, aparecen en ilustraciones colocadas en puertas de viviendas, para combatir "el mal de ojo".
¡Quién iba a decirlo! En un país materialista, las más variadas formas de religiosidad y creencias populares -una parte de las cuales actuó tradicionalmente en la marginalidad- no sucumbieron, sino que resurgieron con inusitada fuerza. Los propios teóricos
marxistas acabaron admitiendo que la religión, a la cual consideran una forma de la conciencia social, no desaparecerá, ya que sus bases gnoseológicas y sociales se mantienen permanentemente.
Con las penurias que sobrevinieron al pueblo cubano desde principios de los años 90, se revitalizaron estos focos de religiosidad. Algunos de sus oficiantes se han hecho famosos internacionalmente por su presuntos aciertos, pero otros en cambio han caído en descrédito, como
uno que vaticinó una travesía ilegal hacia Estados Unidos que nunca se cumplió.
Santeros, espiritistas y magos están en plena actividad. En las fiestas ocultas de los primeros se consigue la excitación por medio de la música, los bailes y la bebida. Esto también puede lograrse con el sacrificio de animales, o el cumplimiento de "promesas"
que conllevan gran desgaste físico o monetario para los devotos, como en la festividad de San Lázaro, el 17 de diciembre.
Los santeros que consultan, actúan en muchos casos como si el consultante fuese el santo y no ellos. Los estudiosos afirman que en estos casos se provocan ellos mismos ese estado, ya sea por autosugestión, concentración o ingiriendo bebidas alcohólicas, fumando, etc.
En tanto, la labor espiritual, como se le ha llamado al sincretismo de la santería y el espiritismo, contiene rezos del catolicismo y a la vez conjuros africanos. Para caer en el estado de posesión espiritual, conjuntamente con las plegarias, utilizando elementos y accesorios
artificiales como vasos, flores, perfumes, hojas aromáticas, velas y manteles blancos, entre otros. La fuerte concentración mental en sus misas y consultas provoca en no pocos casos el agotamiento físico y psíquico de los celebrantes que caen en trances y afirman estar
poseídos por un ser o ente del más allá.
La práctica de la brujería, en la acepción cubana del término, es otro de los elementos que acompañan a los tipos de religiosidad citados anteriormente, considerados por la Iglesia Católica como religiones primitivas o manifestaciones demoníacas.
Los creyentes reciben encomiendas para realizar determinados "trabajos", a fin de conseguir un propósito -que puede ser lo mismo de realización de un anhelo personal que causar perjuicio a un individuo o grupo considerado como rival o enemigo.
Una de las recomendaciones más populares, que ha vuelto a cobrar fuerza, es hacer una buena "limpieza" que saque "lo malo" de la casa y haga entrar "lo bueno", para lo cual se utiliza agua mezclada con gajos de plantas con la cual se baldea, o un coco untado
de miel de abejas que se hace rodar, entre otros procedimientos.
A la par de los santeros y espiritistas existen sacerdotes o brujeros de cultos mágico-animistas, que son en casi todos los casos y al mismo tiempo, magos, curanderos y ante todo, adivinos.
Ancestrales ceremonias, agüeros, conjuros y tabúes están presentes tanto en viejos como en jóvenes, en personas de escasa escolaridad como en profesionales altamente calificados. Jesucristo, Changó, Yemayá y hasta cualquier gajo convertido en "orisha"
campean por igual. Las ganancias aumentan para muchos a costa de los servicios religiosos, porque el que más y el que menos se ha hecho algún "despojo" o encargado otro ritual, o artículo religioso en estos últimos y difíciles años. Y es que se
dice con razón que los cubanos nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena.
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