Cuba, un consumo alimenticio insuficiente y unas estadísticas controvertidas
Lic. Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, febrero - El ministro de Economía y Planificación, José Luis Rodríguez, en su Informe sobre los Resultados Económicos de 1999 a la Asamblea Nacional, señaló que el consumo energético alimentario diario por habitante alcanzó
las 2,369,0 kilocalorías y el de proteína los 59,4 gramos.
Si estas cifras se comparan con los consumos diarios del período 1993-1995, que según datos oficiales resultaron inferiores a las 2,000 kilocalorías y 45,0 gramos de proteína como promedio, se aprecia desde el punto de vista estadístico cierta mejoría en
la alimentación de los cubanos.
Sin embargo, al compararlas con los consumos per cápita anteriores a 1989, se destaca un trecho apreciable para recuperar los parámetros de aquellos tiempos que, por cierto, no se caracterizaban por la abundancia. Así, el consumo energético y proteico de 1988 rebasa
al de 1999 en 19,7 y 24,%, respectivamente.
En la información brindada, nada se dice sobre la ingestión diaria de grasas comestibles, que en 1988 ascendió a 77,9 gramos diarios. Como se conoce, este alimento de gran significación para el normal funcionamiento de la actividad fisiológica del ser humano,
no es muy asequible para todos los cubanos en estos momentos. De acuerdo con lo reglamentado en el racionamiento, debería suministrarse a cada ciudadano 8 onzas mensuales de aceite comestible, cantidad insuficiente rara vez entregada. En 1999, sólo en febrero, agosto y noviembre, los
habitantes de la ciudad de La Habana (priorizados en la Isla) recibieron sus cuotas.
Por otra parte, las cifras estadísticas globales encubren las realidades y desigualdades de la Cuba actual. Antes de 1989, aunque austero, el racionamiento por lo menos permitía la subsistencia. Ahora se ha reducido extraordinariamente y, en el mejor de los casos, los artículos
suministrados en el marco de lo que los ciudadanos llaman "libreta de abastecimiento" o simplemente "la libreta", únicamente permiten satisfacer algunas necesidades en las primeras semanas del mes.
En estas condiciones, los cubanos, para completar sus requerimientos alimenticios deben recurrir al mercado libre, estatal o privado, con sus inaccesibles precios para la mayoría de la población, o dirigirse a las tiendas de venta en divisas, de variado y amplio surtido, al alcance
de "los afortunados" receptores de dólares enviados por familiares residentes en el exterior, así como aquellos que de una forma u otra, legal o ilegal, pueden acceder al codiciado billete verde.
Consecuentemente, resulta evidente que sectores amplios de la ciudadanía deben tener consumos energéticos y proteicos muy por debajo de las cifras brindadas por el ministro de Economía y Planificación. Incluso, sustancialmente inferiores a los requerimientos mínimos
diarios per cápita establecidos por la FAO y la Organización Mundial de la Salud (OMS): 2,310 kilocalorías y 35,5 gramos de proteínas.
Asimismo, debe tenerse en consideración que en 1999 llegaron a Cuba alrededor de un millón 700 mil visitantes extranjeros, quienes por su poder adquisitivo y consumo debieron influir notablemente en los per cápitas informados por las autoridades.
Como puede observarse, éste es un ejemplo palpable del cuidado que requieren las estadísticas sobre el consumo de la población en sociedades donde crecen las desigualdades, pues, de no obrarse así, puede incurrirse en valoraciones totalmente ajenas a la realidad.
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