CUBANET ...INDEPENDIENTE

17 de febrero, 2000



Pieles que hablan

Ernestina Rosell, Cuba Press

"...Y como no le dejaron sitios
donde dibujar su dolor,
se rayó su cuerpo con su tatuaje
de amor".
Canción de Carlos Varela

LA HABANA, febrero - De yo indagar si ustedes poseen algún tatuaje oculto o sin han pensado alguna vez en hacérselo, es probable que lo consideren una ofensa. También en Cuba hallaría igual reacción, aunque con no pocas excepciones.

Según el "Breve diccionario etimológico" del lingüista español Joan Corominas, la palabra tatuaje proviene del polinesio "tátau". El término comienza a utilizarse en inglés -tatoo- alrededor de 1769, y en español a principios de 1900.

Pero es muy probable que estos dibujos cutáneos llegaran a Cuba desde la época colonial española, a través de las flotas, y de los piratas y corsarios que asediaban la isla.

Mi primera impresión sobre los tatuajes data de mi ya lejana infancia y proviene del cine: los llevaban "los malos de la película", como los piratas malhechores.

Gran confusión me creó, entonces, Popeye el marino, con anclas tatuadas en cada brazo y su positividad como personaje. No obstante, en el fondo, mi rechazo hacia los tatuajes se mantuvo, no sólo porque la balanza en los filmes se inclinaba a significar la presencia de estas pinturas cutáneas en los roles negativos. Además de la ficción, así se revelaba la realidad: el tatuaje era propio de presidiarios, delincuentes, prostitutas, marginales.

En cierta medida algo ha cambiado.

En "Uno y el mismo", libro del investigador folklorista cubano Argelio Santiesteban, el autor consigna que los tatuajes, "cual sucede en todo el mundo, son más frecuentes en medios hampescos".

Santiesteban deja implícito, por tanto, que pueden encontrarse también, aunque en menor grado, en otros ambientes sociales ajenos al más común.

Así, las primeras señales de ruptura con el significado tradicional o esquemático de los tatuajes las percibí en los años 80. Muchos jóvenes roqueros lucían en su piel dibujos de Heavy Metal, de calaveras o del círculo emblema de los pacifistas. Me recordaron a Popeye el marino y mi predisposición se suavizó más aún.

Pero el tatuaje continuó sugiriéndome marginación: los roqueros eran, y son, mal vistos en la sociedad cubana por sus cabellos largos, sus atuendos, su preferencia musical, su comportamiento desatendido del sistema y el gobierno.

Recuerdo muy bien la paliza masiva que propinaron las fuerzas policiales a muchachas y muchachos roqueros en los sucesos de la Casa de la Cultura de Playa.

Mas, han llovido años desde entonces y el tatuaje parece multiplicarse, aunque moderadamente.

"En el pueblo donde nací, había cuatro tatuados. Las penas carcelarias de ellos, sumadas, daban algo más de un siglo. Pero la vida pasa, y las cosas mutan. Así hoy, en ese mismo pueblo, puede ser que hayan tomado la piel como lienzo lo mismo un predicador evangélico que alguien en la nomenclatura comunista", me dice Aurelio, sociólogo de 50 años.

Mis dudas, ante esta tajante afirmación, languidecieron un tanto cuando Karen, joven católica de 22 años, dibujante, argumentó:

"Yo me hice un tatuaje para rebelarme contra los tabúes sociales que existen. Demuestro, así, que lo puede llevar cualquiera, sin ninguna implicación maligna. Quise dibujarme un trébol porque una vez leí que esta planta era sinónimo de libertad".

Pensé que hoy Karen expresa sus inquietudes por medio de un tatuaje. Mañana, ¿cómo será?

Sin embargo, muy diferentes son las motivaciones de Clara, estudiante de 22 años.

"Decidí tatuarme porque soy joven y me gusta estar en la onda. Mi tatuaje se diferencia al de todo el mundo: es la muñequita que ilustra a "Pipa medias largas". Mi madre me leía este libro de Astrid Undgren cuando yo era pequeña. Pipa es una niñita solitaria, pero independiente y alegre siempre. Refleja mi forma de pensar: quisiera tener independencia y nunca perder la alegría".

Tatuar es labor prohibida en Cuba, según las autoridades, debido a que la técnica para realizarlo precisa del uso de agujas, por lo que podría convertirse en otro agente transmisor del sida.

Por supuesto, al margen de la reprobación oficial, hay quienes se arriesgan a plasmar dibujos en la piel humana. Creo que encontré a uno de los mejores, aunque no puedo asegurar que todos sean iguales. Mario, de 45 años, tiene pulso firme, mente creativa y escrúpulos:

"Sólo utilizo agujas desechables. No tatúo a menores, ni a personas endrogadas o en estado de embriaguez. Cuanto tatúo a alguien le advierto que debe cumplir ciertas reglas: o sea, estar un tiempo sin ingerir bebidas alcohólicas, sin tener relaciones sexuales y sin bañarse en el mar. Le recomiendo, además, limpiar el tatuaje con sábila y jabón de lavar. Recibo buen pago por mi trabajo, pero cuando lo hago me siento como un pintor frente al lienzo. Soy un artista, no El Maligno".

Así los tiempos cambian por acá, pero no precisamente en lo más apremiante.

Pienso que un tatuaje no define a una persona y tampoco modifica la realidad, aunque posee su lectura: un lenguaje íntimo que intenta aflorar.

Tal vez, para muchos sea el espacio que les queda por expresarse: su propio cuerpo.

Yo prefiero decir lo que pienso como lo estoy haciendo -tatuando papeles- aunque, de cierta forma, sea una marca también dentro de la sociedad cubana. y de las peores.



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