Sobreviviendo
Tania Quintero, Cuba Press
LA HABANA, febrero - Manuel ya cumplió los 60, pero sigue manejando un taxi estatal. La mayor búsqueda Manuel la encuentra en acuerdos no escritos con dueños de paladares, o restaurantes particulares, o de viviendas que alquilan a extranjeros.
Algunos me dan cinco dólares por cada cliente que les lleve, otros diez, dice Manuel.
Eduardo también es chofer, pero de un TurisTaxi. También él tiene convenios, pero en zonas alejadas del centro de la capital, como Santa María del Mar y Guanabo, pues allí me busco más, aparte de que al ser mayor la distancia, siempre me embolsillo algo
en cada carrera. Más modestos, los taxistas particulares vinculados a tiendas recaudadoras de divisas hacen también sus ajustes. Son los casos de Rafael y José, quienes por dólares ofrecen sus servicios a la clientela de una céntrica shopping habanera.
Ellos cazan a los que salen cargados de paquetes y solícitos les proponen por dos o tres dólares llevarlos hasta la puerta de su casa. Como por lo regular hay cola para sacar del guardabolso las pertenencias dejadas antes de entrar a la tienda, cualquiera de los dos se dirige al
lugar con la chapilla, la empleada les da enseguida las cosas y se las entregan a la persona, ya acomodada en la parte de atrás del auto. Por supuesto, de esos dos o tres dólares hay un guaniquiqui para la compañera del guardabolso.
María Esther es dependienta de una panadería y dulcería, donde todo es por dólares. Tiene 28 años, pero en los tres que lleva en el sector aprendió pronto una regla: que tienes que compartir lo que cada día te buscas. Si uno no ´moja´
está fracasado, pues en cualquier momento alguien te puede ´echar p'alante´ por cualquier bobería. Pero si tú ´mojas´ no tienes problemas.
Por la calle se comenta que en la llamada área dólar funcionan pequeñas cofradías. Pero Rosaura, de 33 años, prefiere decirle mafias. Según ella, no serán como las de Miami, pero aquí en lo que es turismo y área dólar hay
unos mafiosos que nada tienen que envidiar a los de Italia. Rosaura tiene suficientes vivencias que no quiso relatar por temor a la mafia.
Es donde más y más se gana, pero no es el único sitio codiciado. Además de taxista o cuentapropista (por pesos o por dólares), los agromercados y la gastronomía estatal figuran entre los lugares donde igualmente se hace plata. Aquello es un mundo tan
monstruoso como el del turismo, dice Roberto, de 46 años e intermediario entre los campesinos y los agromercados. Tampoco él quiere dar detalles, porque los ajustes de cuentas también existen en Cuba.
Al final, todos están en lo mismo: la supervivencia. En el negocio de buscarse algo todos los días están profesionales que alquilan su carro cuando van o vienen del trabajo. Aunque sea para pagar la gasolina, expresa un médico. Una abogada cogió un mes de
vacaciones para tratar de reunir un dinerito y ponerlo en el banco, porque dentro de dos años mi hija cumple los quince y quiero hacerle una fiestecita.
La abogada, como el médico, se arriesga: si los coge un inspector les puede poner mil 500 pesos de multa. A los reincidentes le quitan la licencia de conducción durante un tiempo y le pueden decomisar el carro, entregado por el Estado. Ningún profesional está
autorizado en Cuba a ejercer por cuenta propia. Pero muchos lo hacen, porque hoy en la isla no se puede mantener una familia ni con mil pesos (50 dólares) al mes.
Más suerte tienen los viejos jubilados: para compensar sus pensiuones de 80 a 100 pesos como promedio, se dedican a comprar periódicos a 20 centavos y revenderlos a peso, vender cigarros sueltos, hacer mandados, limpiar jardines o contratarse como serenos. Es lo que hizo Rodolfo:
cuida una casa todas las noches por diez dólares al mes. Es el doble de mi retiro. Y con los fulas (dólares) tengo el aceite, jabón, desodorante y detergente asegurado. Por toda arma tiene un machete bien afilado. Suficiente para sobrevivir.
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