Dos suecos en el techo de Cuba
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, febrero - En los primeros años de la República de 1902, la emoción de un país recién estrenado llamó quizás la atención de muchos extranjeros con deseos de instalarse en una tierra fertilísima, cálida y muy barata.
Por otro lado, una política de inmigración blanca nada ajena al problema racial latente desde el siglo XIX, propició el establecimiento de inmigrantes blancos europeos y norteamericanos.
Prueba de ello, las colonias de norteamericanos de Jacksonville, al sur de Isla de Pinos -hoy llamada Isla de la Juventud- y en la zona de Ciego de Avila. En Bayate de Miranda, Palmarito de Cauto, una colonia de suecos se estableció en 1905.
Vale aclarar que en esa época de los primeros años de la República predominaban en el campo cubano, empobrecido a causa de la última Guerra de Independencia, las fincas de labor de menos de cinco caballerías. Según datos de Alberto Arredondo, expuestos
en su libro "Cuba, tierra indefensa" (Editorial Lex, La Habana, 1945), el censo de 1899 arrojó la cifra de 61,711 fincas de 4,3 caballerías promedio, entre las que mayorean las de menos de una caballería.
Entonces, debido a la ausencia de adecuadas condiciones crediticias en la agricultura, al proceso de contrato y arrendamiento, y al sistema de aparcería, colonato y partido, los pequeños agricultores se encontraban faltos de elementos materiales indispensables para rehabilitarse.
Muchos de estos pequeños agricultores se vieron, por ende, obligados a liquidar sus tierras en sumas realmente irrisorias, por causa de los bajos precios de la tierra.
Fueron tales condicionantes las que empujaron incluso a inmigrantes de la lejana y gélida Suecia a buscar en la Mayor de las Antillas mejor fortuna.
Estos inmigrantes se instalaron en el campo cubano, que sufría el mencionado proceso de transformación estructural de la propiedad y, a su vez, en la industria más importante de la Isla, la del azúcar.
El central Palmarito de Cauto, fábrica de azúcar propiedad del Dr. Alfred Lind y su familiar Fritz Peterson, se servía de colonias de caña cuyos propietarios eran suecos asentados en Bayate de Miranda, entre ellos Juan Augusto Nystrom, uno de los pioneros de la
comunidad sueca.
Quizás se deba inferir que el establecimiento de esta comunidad sueca en dicho lugar haya sido a intención de los dueños del central Palmarito de Cauto, quienes atrajeron a los demás colonos.
El caso es que el señor Juan Augusto Nystrom no quedó solamente como uno de los suecos que se dedicaron a cultivar caña de azúcar en sus propiedades, sino que junto a otro sueco, botánico de profesión y dos prácticos cubanos, se empeñaron
en llegar a la cumbre más alta de la Isla de cuba, el Pico Real del Turquino (1,972 metros). Hecho consumado en la noche del 17 al 18 de abril de 1915 por el Dr. Erick L. Ekman, los prácticos cubanos Regino Verdecia y Joaquín Rodríguez, además del ya mencionado
Juan Augusto Nystrom.
En la cima del Turquino, en ocasión de la ascensión, dejaron un mensaje guardado por tres piedras. Mensaje que se conserva en el Museo Bacardí de Santiago de Cuba.
Otro hecho relevante es que a las elevaciones aledañas al Pico Real del Turquino, los expedicionarios los llamaron Pico Cuba y Pico Suecia, nombres que las designan desde entonces para unir por lo alto el recuerdo de la tierra que los vio nacer y el de la generosa y dulce tierra cubana
que los acogió.
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