Una historia para febrero
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, febrero - Aguada de Pasajeros es un poblado de la antigua provincia de Las Villas que fue fundado en 1919, y que debe su nombre a que los trenes que pasaban por la zona se abastecían de agua en ese lugar.
En la calle Cisneros de esa localidad vive la pareja formada por Consuelo García y Angel Nicolás Gonzalo, quienes pronto cumplirán 47 años de matrimonio.
Tiene dos hijos y tres nietos. Ella ya cumplió 66 años y él 71. Se conocieron -cuenta ella mientras entrega al espacio una tierna sonrisa, y una luz que parece llegar de una estrella lejana brilla en sus ojos- cuando Angel fue a mi casa a comprarle a mi hermano unas
colmenas. Yo tenía 15 años, y aunque éramos casi vecinos, yo no lo conocía. Desde que lo vi me agradó.
El, desde su reciedumbre campesina, mueve la cabeza a ambos lados y también sonríe. Su rostro refleja la llegada de los recuerdos. Seguramente, aunque no lo dice, volvió a ver a la jovencita que se convirtió en su otro yo y la mirada fugaz que se cruzaron ese día
un poco ya lejano, volvió a estar intacta en su mente.
Nos hicimos novios casi un año después, agrega ella. Y mientras la escucho me convenzo que aún es una mujer bonita, y que sus manos todavía son bellas. Y miro el entorno y veo pulcritud en todas partes. Me detengo en los adornos colgados en las paredes o puestos
sobre algún que otro mueble y sé que ahí también estuvieron esas manos.
Añade que se casaron el 12 de septiembre de 1953, y viven en la actual casa desde marzo del 59 y que siempre han estado juntos. Pero de inmediato dice: Bueno, exceptuando los cinco años que él estuvo preso por asuntos políticos y otras veces que ha estado días
detenido por los mismos motivos.
Entonces él, de forma tenue, quizás como para que su dama no piense que se da importancia por ese asunto o para que este visitante ocasional no crea que él se siente un héroe, dice: Eso le ha pasado a muchos, la gente defiende sus ideas.
Ella es una mujer que transpira amabilidad. El refleja la estabilidad del que ha encontrado su propio cenit. Todavía, como hace cerca de cincuenta años, salen juntos a pasear o a hacer una visita, y la armonía que mantienen no sólo queda en su hogar sino que también
va con ellos.
Pregunto cómo se puede estar tantos años junto a alguien y que un hálito mágico se pueda aún notar alrededor de esa unión. Ella responde que apoyándose, comprendiéndose y queriéndose.
Todo eso ha de ser cierto, pero yo pienso que, en este caso, aquel día que él fue a comprar los colmenares una abeja atrapó el haz de luz que brotó de los ojos de ambos al mirarse por primera vez, lo llevó a su colmena, y lo unió al panal de miel que en
ese momento se estaba formando y ese panal, en algún lugar, todavía continúa construyéndose.
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