Los Amarillos, otra forma de viajar en Cuba
Amarilis Cortina Rey, Cuba-Verdad
LA HABANA, febrero - Debido al gran déficit existente en el transporte público, tanto urbano como interprovincial, los cubanos tratan de resolver el problema como les sea posible. Así es que se dirigen hacia los lugares de más afluencia de carros estatales y
particulares, y haciendo señas con las manos piden de favor a los choferes de los vehículos que los lleven o los adelanten en su travesía. Así es como surgen "Los Amarillos".
Ellos responden a ese nombre por sus uniformes de color chino, y no son más que un cuerpo de inspectores que el régimen de Fidel Castro creó para tratar de ayudar a los desesperados viajeros a buscar la forma de llegar a su destino.
Los Amarillos se encuentran tanto en la ciudad como en el campo, pueden ser lo mismo hombres que mujeres tratando de detener con cierto aire de autoridad a aquellos choferes que transitan por la zona, para llenarles el vehículo de pasajeros.
Como todo se va "especializando", Los Amarillos cuentan ya con instalaciones para sus actividades. Una de éstas se halla en la salida de la ciudad de La Habana, en una autopista denominada Las Ocho Vías, donde se dirigen todas aquellas personas que intenten viajar tanto
a Cienfuegos como a Santiago de Cuba, no importa el lugar cuán lejos sea si la suerte decide acompañarlos. Si no, puede resultar el viaje más largo de sus vidas.
La instalación como tal, donde muchos pasan horas, consta de un techo sujetado por vigas sin paredes y unos bancos de aluminio colocados sobre un piso de cemento. Tambien hay cafetería donde se oferta pan, refrescos y alguna que otra golosina. Los servicios sanitarios: un hueco
en el piso. Y los letreros de no se puede estar fuera de las instalaciones bajo amenaza de multa o la presencia de un policía trae a la mente de aquellas personas que han estado o han visitado las
prisiones de Cuba, una relación semejante con esos lugares.
En este sitio es común ver a un niño sentado sobre el maletín de viaje de la persona que lo lleva con una carita de llanto, después de sabe Dios cuánto tiempo que podría llevar allí, o a un anciano temblando de frío con un raído y
maltrecho abrigo.
Algunos, los que pueden, cansados de esperar el necesario transporte, salen a unos metros de la instalación y llevando en sus manos billetes de veinte pesos (un dólar) tratan de probar mejor suerte.
Los ómnibus interprovinciales, que antaño asumieran todos estos recorridos, han disminuido sus servicios en casi el 60 por ciento y éstas son cifras conservadoras, ya sea por la falta de combustible o de piezas de respuestos para esos carros. La realidad es que las salidas
de esos vehículos hacia el interior del país han sido notablemente disminuidas, por lo que para comprar un pasaje se necesita esperar varios días y pasar múltiples incomodidades en las agencias de viajes.
La experiencia propia indica que esa forma de viajar exaspera más que resuelve la difícil situación de la mayoría de los cubanos, de todos los que andamos a pie.
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