Sindicatos amarillos
Julia Batista Gálvez, Cuba Press
PINAR DEL RIO, febrero - A mano tengo un sobre que rotulé como Querulancias, después que me diagnosticaron una extraña enfermedad, que para mí la padecieron Hatuey y Guamá, Martí, El Ché... Se trata de un trastorno paranoide de la personalidad,
variedad querulante. A los 14 años me empezaron a decir que debía ser como el Che, y yo me lo tomé muy en serio. El sobre recopila los documentos de mis apelaciones políticas, jurídicas, administrativas, sindicales. Hoy me interesa hablar de las sindicales, de mi
ex sindicato amarillo: el Sindicato Nacional de la Educación, la Ciencia y el Deporte (SINTECD).
La Resolución Ministerial que se me aplicó fue dada en La Habana el 9 de mayo de 1996, y firmada por quien es conocido entre maestros y profesores por el Fürer, o más exactamente, Adolfo Hitler. Hoy mismo me lo repitió una militante comunista profesora de
Marxismo-Leninismo, de quien omito el nombre para que no la inhabiliten también. Y eso que, como me dijo otro profesor universitario, les dieron el aerosol del aumento salarial a los limosneros de Cuba. Por la misma razón omitiré también su nombre.
Pues bien, este documento, en uno de sus por cuantos, afirma: Se ha oído el criterio del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y el Deporte... Probablemente fue así, lo que no aclara el mismo es que jamás, a ningún nivel, ni en la
base, se oyó ni se respondió el criterio de la afiliada.
Siempre hubo violaciones de los trabajadores, pero en esta década se han agudizado. Si nos detenemos en las tesis y resoluciones, en el programa del propio Partido Comunista de Cuba (PCC), vemos que se afirma que los sindicatos son la contrapartida de la administración, para
defender los intereses de los trabajadores. Pero en la práctica no es así. Lo que ha predominado es el criterio leninista de que son poleas transmisoras para lograr la unidad y armonía entre ellos, la administración y las organizaciones políticas y de masas.
Al iniciarse el período especial, yo era dirigente del Buró Sindical de mi Instituto. El Partido nos convocó a una reunión con todos los factores, incluidos los estudiantes. Se analizaron los problemas que se avecinaban y se planteó que debía asumirse
ante las dificultades de la crisis un mayor altruismo. Estuve de acuerdo, pero en mi intervención añadí que los que más tenían que sacrificarse eran los dirigentes, para que dieran el ejemplo, como el Ché.
Aquello fue suficiente para que me analizaran la militancia del Partido por el igualitarismo, ese idealismo. Fueron a la reunión dos dirigentes provinciales del PCC a presionar para quitarme el carné. No lo lograron porque la correlación de fuerzas estuvo a mi favor, pero
salí con un señalamiento crítico, para mí inaudito entonces. Fue una arbitrariedad del paraíso algo infernal que me parió. Ya se temía una explosión social y aumentaba la represión.
Sigo desempleada por decir públicamente y donde debía mis opiniones. Jamás mi sindicato amarillo me ha defendido, aunque varios de mis compañeros, cuando los llamaron los del Comité Central, fueron honestos y dijeron que con ellos no se contó para
dejarme sin trabajo. La dirección del Sindicato se plegó a la Administración, o más exactamente al Partido Comunista. Mi sindicato sólo me sirvió para cobrarme cotizaciones y darme tareas orientadas por el Partido que me expulsó.
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