Aún en Cuba por siempre el amor
Maria Elena Rodríguez, Cuba-Verdad
LA HABANA, 13 de febrero - El Día de San Valentín, sólo será un día más de amor, de amor en sus vidas. Ella tiene 65 años, él 67. Se conocieron en su pueblo natal, en la provincia de Las Villas (hoy Villa Clara), y comenzaron a amarse
hace 46 años.
Tal vez sea su regalo de enamorados de este año 2000 la sonrisa de su nieto porque bateó de jonrón. El lo llevó al estadium, ella le preparó con amor un almuerzo y, así, siempre sin preocuparse del regalo ritualista y efímero, pueden decir: "yo
conozco el amor".
A veces los he visto discutir con energía por temas tan "trascendentales" como el por qué no hay agua en el refrigerador, y sin transición alguna preguntarse cómo va un pequeño malestar. Otras, sacrificarse al extremo para que su nieto en crecimiento
coma lo imprescindible.
No necesitaron de cursos de educación sexual, psicoanalistas o sencillamente ser intelectuales para aplicar el amor. Se acepta, se respeta, se apoya, son uno construyendo el amor como una mágica tela de araña invisible e infinita que al contactar un rayo de sol refleja con
perfección los colores del arcoiris.
Ellos, los sabios del amor, no se critican por la espalda, no admiten ni aún de su hija una crítica del otro si no está presente. Los he descubierto unidos en largas enfermedades, en el hambre: pero siempre con dignidad.
Un día ella me contó su secreto, su talismán para el amor: "Olvidar que nunca pasó. Todos los días son un estreno que no debes perder". Ella tiene en sus manos el reflejo duro del campo, de labores domésticas intensas para sobrevivir, y la
ternura siempre lista para la caricia.
Ellos, los hijos, los padres, los abuelos amorosos, conocen la nostalgia del emigrante, pues eso era en la Cuba de 1955 abandonar un pueblecito perdido sólo con una pequeña valija para establecerse en la capital en busca de mejores condiciones de vida.
El aún hace décimas, tradición del campesinado cubano. En los apagones eléctricos que sufre La Habana a veces toma el "tres" y entona un punto guajiro inundando el reparto de Santos Suárez, su otra patria chica que lentamente se va destruyendo hasta
ya ser irreconocible.
Los sabios del amor aman los animales, las plantas, la sencillez y una cena familiar con sana y abundante comida criolla. Sin ser miembros de ninguna congregación religiosa siempre han celebrado la Nochebuena y han confiado en Dios. Ahí radica su fuerza y toda su cultura, en la
verdad del camino de Dios que es amor.
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