Rostros de la ciudad
Rolando de la Guardia, Cuba Press
PINAR DEL RIO, febrero - Ya la ciudad no es la misma. Eso ocurre porque tampoco su gente es la misma. Ahora la ciudad se ha llenado de muchos rostros que antes no tenía. Siempre fue una ciudad tranquila, abierta como una adolescente en los umbrales de la entrega. Pero no, ahora la ciudad
no es la misma. Uno sigue encaprichado en que la culpa la tienen esos nuevos rostros que se le asoman ahora.
Uno sale a la calle de la ciudad y ya adivina los rostros que van naciendo. Están los rostros engañadores del oportunista de nueva clase, digo mejor, los oportunistas de nueva clase; con esas miradas despectivas a los de abajo, y las miradas oportunas a los de arriba.
Usted que está leyendo esta crónica y es cubano del exilio, se da cuenta a quiénes me refiero cuando digo oportunistas. Y si vivió en esta ciudad, hay sobradas razones entonces para que usted recuerde esos rostros, aunque van saliendo otros que no conoce.
Están los rostros de la incertidumbre. Son esas caras que van sacando cuentas y se quedan sin posible saldo. Esa gente que tiene dudas, que son indefinidos, los que dicen que no vale la pena, que no se sabe dónde va a parar esto.
La incertidumbre tiene eso, acorta el paso hasta dejar en la invalidez total el cuerpo. Tiene de sombra y también lleva de miedo.
Están los rostros de la intriga. Hay quien trabaja en una fábrica y se muere dudando del que tiene al lado, entonces saca la intriga, la evidencia esotérica, la de la envidia, quizás.
Hay quien decidió de una vez y por todas pasar al bando de la oposición y tiene irremediablemente que enfrentar estos rostros de la intriga. Los que a cada paso te hablan de que fulano es del G-2, de que mengano no está claro; en fin, si usted que está leyendo esta crónica
fue opositor, tiene sobradas razones para recordar estos rostros de la división.
La realidad es ésa. El cubano de hoy sale a la calle y está en medio de un baile de máscaras. El amigo que ayer era de contén igual que uno, ya subió unos peldaños y no distingue desde su niebla de altura. El vecino que se llenaba los pulmones de
optimismo, hoy se siente derrotado. El amigo de la infancia que a tu lado estuvo desde las bolas y los papalotes, el mismo que se fue a tu bando de protestas, hoy te habla sobresaltado. Ve que alguien llega para pensar como tú piensas y a sus espaldas te comenta que es agente del gobierno.
Esta es la ciudad, éstos algunos de sus rostros. Si usted que está leyendo mi crónica es cubano, y fue parte de esta urbe, tiene sobradas razones para entender de lo que escribo. Haga memoria y coloque sin temor en cada rostro que recuerde la máscara adecuada. Ría
contento entonces, ya usted está lejos para siempre de este carnaval indefinido.
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