La utilidad de los libros inútiles
Germán Castro, Cuba Press
LA HABANA, febrero - José Martí escribió: "Cada libro nuevo es piedra nueva en el altar de nuestra raza", y estableció en el mismo texto una discriminación al respecto que, como muchas otras ideas suyas, puede prestarse a manipulaciones. Esto es: "Libros
hay sin meollo o de mero reflejo, que (...) son simple exhibición en lengua de Castilla, de sistemas inmaduros o violentos, extranjeros, e introducción desdichada en nuestras tierras nuevas, ingenuas, aún virtuosas y fragantes, de excrecencias, iras, segregaciones y
desmoronamientos de países llagados en la médula". Y agregó: "Tales libros (...) no son americanos (...) Son libros inútiles". Además, dejó bien definido su principio de preferencias por aquellos libros que calificó allí mismo de
"...honestos, piadosos y fortalecedores", que según su criterio son los que "recogen nuestras memorias, estudian nuestra composición, aconsejan el cuerdo empleo de nuestras fuerzas, fían en el definitivo establecimiento de un formidable y luciente país
espiritual americano, y tienden a la saludable producción del hombre trabajador e independiente, en un país pacífico, próspero y artístico". Todo ello para presentar lo que llamó "La Biblioteca Americana"*, serie de comentarios de libros que
se proponía publicar cada mes en "La América".
Ideas que saco a colación por ser este febrero una oportunidad especial, en virtud de la celebración en La Habana de la IX Feria Internacional del Libro; máxime si sabemos que detrás del jolgorio se ocultan un buen número de intenciones (y de acciones) que,
tratándose de Cuba, no tienen nada que ver con la promoción y el bueno uso del libro como tal. Tampoco con Martí, aunque por lo citado lo parezca. Para comprenderlo entiéndase que el Apóstol lo que hizo fue alertarnos respecto a los libros que introducen en
nuestras tierras "excrecencias, iras, segregaciones y desmembramientos", los mismos que pululan tras la retórica del izquierdismo latinoamericanista de la revolución cubana con nombres tan perturbadores para el imaginario progresista como antimperialismo, independentismo,
integracionismo, etc.
Y eso es lo que ensombrece la buena nueva de que el libro cubano, según el decir del funcionario responsable de su producción en el país, se halla en franca recuperación. No de balde el gobierno cubano insiste tanto en la tesis de la llamada "guerra ideológica".
Así justifica su apropiación del papel de "jefe" -que ni siquiera guía- de las ideas y, por tanto, de los libros.
Así que, una vez más, nos encontramos ante un caso de persecución, exclusión y manipulación del libro, por parte de quienes pretenden gobernar sobre la base de una ideología que no soporta, ni por asomo, una franca confrontación. Junto a la política
de aislamiento informativo, esto tiende a convertir el libro en arma política, que no en instrumento cultural, que era lo que en realidad sugería Martí para producir ese "hombre trabajador e independiente, en un país pacífico, próspero y artístico",
con lo cual la isla caribeña no guarda ninguna relación. De donde inferimos que, si hay guerra ideológica, no es -como se intenta demostrar- tanto de una potencia extranjera contra nuestro país, como del gobierno cubano contra Cuba, para producir, a despecho del sueño
martiano, un pueblo servil, confundido y desmembrado.
Y es que el libro tiene que ser libre, y su grado de utilidad nunca debe ser determinado por funcionarios gubernamentales que respondan a intereses y conceptos de partido. Los críticos, los lectores y el tiempo, de consuno con las circunstancias, deben ser los únicos jefes. Y en el
juicio también deben estar, por supuesto, los libros inútiles, si los hay.
* Biblioteca Americana, José Martí, "La América", 1884.
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