Metáfora de la cantimplora
Guillermo Alvarez R., Cuba Press
LA HABANA, febrero - Pocos días antes de finalizar 1999, durante una de las tantas actividades organizadas en Cuba por el reclamo del niño Elián González, el Comandante en Jefe Fidel Castro aludió con una experiencia propia a la voluntad de triunfar.
No sé a ciencia cierta si la firmeza puede llegar a adulterarse o a mitificarse, que es igual. Pero la voluntad puede confundirse con la virtuosidad, que es otra cosa. Virtudes son también la modestia, la prudencia y la honestidad.
El presidente cubano dijo a los niños que montaron guardia en los alrededores de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, que para largas caminatas en su época de estudiante llevaba siempre una cantimplora llena de agua, la cual sólo tomaba al final del
recorrido.
En otras ocasiones -aseguró- utilizaba dos, lo cual no modificaba su decisión de ingerir exclusivamente el preciado líquido al término del trayecto. De este modo simbolizó lo que a su juicio significa tener voluntad.
Tal vez por eso a muchos cubanos les resulta más fácil resistir la tentación de lo que hay pero no se puede obtener. Y de conformarse con lo que tienen, sin alterarse por lo que no hay.
Las bodegas del barrio están vacías, con los conocidísimos y cada vez más cercanos víveres del mes. Mientras, en los estantes de los mercados para divisas se amontonan los alimentos, bebidas, condimentos y útiles de todo tipo, que sólo pueden
adquirirse en dólares.
¡Eso sí se llama tener voluntad! Lo necesario para vivir está ahí, pero nadie se atreve a tomarlo. Es una mezcla de disciplina y albedrío, de vergüenza y condescendencia a la vez.
La sed puede soportarse. Porque cuando se sabe que al lado se tiene una cantimplora llena, se desarrolla un mecanismo psicológico que proporciona alivio, tranquilidad.
Lo que no puede soportarse igual es el deseo de comer lo que no tenemos, bien porque no se le vende al pueblo en moneda nacional o porque no todos pueden consumir lo que solamente se oferta en divisas.
Es lo mismo que pretender aguantar un fuerte dolor porque no existe un calmante. En ello generalmente la voluntad no cuenta.
Algunos profesionales opinan que el asma, por ejemplo, puede ser una enfermedad psicológica. Hay personas que han fallecido en un ataque agudo, sin que la psiquis haya podido superar la crisis.
Los reflejos no dependen de la voluntad. Pero, de la misma manera que el hambre y la sed, son una necesidad vital del organismo humano. La diferencia de soportar lo uno o lo otro radica en el acto individual.
Y si en cada caso se tiene el agua o el alimento al alcance de la mano, la voluntad resulta totalmente moldeable, noble.
Sin embargo, la palabra va más allá del mencionado ejemplo metafórico de la cantimplora. Para William M. Sulliva, profesor de Filosofía de la Universidad de La Salle, la VOLUNTAD, junto a la confianza y el idealismo, forman parte de los imperativos para el mundo
democrático de hoy.
En tanto Erazin Kohah, profesor titular de Filosofía de la Universidad Charles, de Praga y Profesor Emérito de la Universidad de Boston, opina que "la democracia implica madurez, no mezquindad; buena voluntad, no actitudes contenciosas; idealismo, no codicia".
Voluntad es, en resumen, una palabra para un simbolismo mayor, como los ejemplos de Sullivan y Kohah.
Así lo aprendimos también de la Biblia: "Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad".
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