Fue en el ochenta
Rev. Pedro Crespo Jiménez, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, febrero - Aquella mañana, sin saber el porqué, al salir de la casa se apoderó de mi memoria la dramática escena que, con tanta nitidez y diafanidad, algunas veces recuerdo.
"Fue en el ochenta. Pepín, Pepón, Pepito marinero".
Un grupo considerable de vecinos de la cuadra, liderados por Marta, amiga íntima de Pepe "el gordo", protagonizaba un cruel y desafortunado mitin de repudio.
Yo, desde el balcón de mi hogar -los recuerdo bien- experimentando una normal aunque pasiva indignación, no entendía nada. Y muchísimo menos la actitud de Marta. Aún hoy creo que nunca la entenderé.
La histórica escena desapareció de mi mente tan instantáneamente como había arribado a ella.
Ya decidido a continuar caminando, siento un ligero mareo.
Lo mejor -pienso- es sentarme en el contén de la acera. Levanto la cabeza para respirar hondo y, al mirar, creo estar alucinando, pues frente a mí, en aquel banco del parque, tres fascinantes personajes sostenían una animada e interesante conversación.
Perdón Auténtico, hombre de rostro viril y tierno a un tiempo, argumentaba con respetuosa pero acalorada vehemencia, dirigiéndose a Amor Pleno, su hermano mayor, que no pediría a su delicada y noble compañera, Reconciliación Sincera, que exigiera a los
humanos que olvidaran las ofensas y reales prejuicios como condición imprescindible a la realización de su fraternal labor. Su larguísima y milenaria experiencia, aseguraba, le había demostrado que aquélla era una exigencia tan vacía como poco convincente.
Con una postura indulgente y comprensiva, Amor Pleno escuchaba la demanda. Quizás tuviera razón -pensó- pero no era éste el momento para discusiones filosóficas, sino para actuar, pues pronto se produciría un encuentro que necesitaba de su mejor
colaboración. Por ello, oír el parecer de Reconciliación Sincera.
Esta, con ojos chispeantes de alegría, pues siempre que se encontraba cerca de llevar a cabo su trabajo, le embargaba un gozo difícil de ocultar, explicó su punto de vista:
- En mi opinión, es necesario emplear un sinónimo de olvidar que explique el verdadero significado de la acción de perdonar. Pues con el tiempo este vocablo, "perdonar", ha perdido su sentido, al relacionarlo inseparablemente con la acción de olvidar. Sólo
así el resultado de nuestro trabajo, el de ustedes y el mío, lograría frutos duraderos.
A Amor Pleno aquella explicación tampoco le convencía. Se presentaba una situación a solucionar inmediatamente, y se continuaba con las conjeturas.
Reconciliación Sincera notó su desesperación y, con sonrisa especializada de reconciliadora paz, exclamó:
- Esta es mi propuesta de solución: más que olvidar, lo que ellos necesitan es aceptarse mutuamente. Más que olvidar, ellos necesitan liberación interior. Sólo si aceptan lo que ya no se puede cambiar me permitirían realizar mi obra entre ellos. Sólo
así alcanzarían la convivencia fraternal.
Amor Pleno, con una agradecida mirada de admiración a su delicada compañera de trabajo, implícitamente otorgó su visto bueno a aquélla.
Entonces ocurrió, delante de mí, como para que no dudara nunca más de la existencia de tan bondadosos duendes, aquella otra memorable escena.
Doblaba la esquina un Turitaxi. De él descendía Pepe "el gordo" 17 años más viejo. Se dirigía directamente a casa de Marta. Tocaba a la puerta. Y, cuando Marta la abría, ambos quedaban petrificados, pero al instante se fundían en un
inefable abrazo.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material informativo, siempre que se le reconozca como fuente.
|