Promesas y realidades
Héctor Maseda, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, febrero - Para cualquier observador imparcial y crítico, resultaba imposible que el Ministerio de Educación cubano pudiera cumplir exitosamente -si en realidad se lo propuso- los ambiciosos planes vacacionales concebidos durante el actual receso escolar de primaria, si
se tienen en cuenta los magros recursos de transporte que dispuso para su ejecución.
El receso docente se extendió del 31 de enero al 4 de febrero del presente año, y cubrió las enseñanzas especial, pre-escolar y primaria (hasta 6o. grado) las actividades previstas incluyeron, excursiones y paseos a instalaciones como el Zoológico Nacional y el
Acuario, Parque Lenin y museos, lugares históricos y acampadas campestres, espectáculos artísticos y culturales.
Obviamente, para que las escuelas pudiesen llevarlos a cabo, requerían la asignación de ómnibus, por no disponer de este servicio la provincia. La información concluía diciendo que para cubrirlas satisfactoriamente se les facilitaría a cada municipio ¡tres
ómnibus escolares! Añadimos que cada vehículo escolar tiene capacidad para 30 plazas. Como la provincia posee 15 municipios, resulta que el total de equipos asignados a la provincia durante esos días fue de 45, para un total de educandos en Ciudad de La Habana no inferior
a 120 mil. Si hacemos un cálculo de 200 estudiantes primarios por escuela, tendremos, en números cerrados, unas 600 escuelas en el territorio.
Combinemos ahora todos los datos que disponemos. Cada escuela dispuso diariamente de 0.075 ómnibus para cumplir su programa vacacional o, dicho de otro modo, si cada transporte sólo pudo dar un viaje diario -teniendo en cuenta la escasez de combustible y las grandes distancias al
Parque Lenin, campismos y Zoológico, por solamente citar los más conocidos- transportó a 1,350 alumnos diarios de 120 mil comprendidos en el plan. Es decir, que nada más cubrieron el 1.13% del total. Si por el contrario, cada ómnibus hubiese podido realizar dos
viajes -uno por la mañana y otro en la tarde- entonces las cifras se elevarían a 2,700 niños visitando diariamente sitios de interés, para un 2,26% del total de los que debieron realizar.
Y ¿qué hizo el 97,75% de nuestros niños cada uno de esos días? O lo que es lo mismo, los más de 117 mil restantes. Con seguridad los dejaron en la escuela bajo el cuidado de algunas maestras y auxiliares a quienes correspondió hacer de custodios. Es
posible también que los llevaran al cine del barrio más próximo a la escuela, para disfrutar de una programación infantil o actos de payasos; al campo deportivo del municipio, para que den unas vueltas en sus pistas y gasten un poco de energía, o a intercambiar
visitas entre escuelas, a modo de "asaltos docentes". Nada de esto es nuevo. Ya ha pasado antes. Es una práctica que casi se ha sistematizado año tras año y receso docente tras receso docente.
La marcada diferencia entre lo que se le promete a nuestros hijos y su cumplimiento en cada plan vacacional, lejos de servirles de guía en el encuentro de sus verdaderas inquietudes formativas futuras, contribuye a que incorporen a su patrón de conducta la distorsión de la
realidad, por ser éste el mecanismo que observan aplicar a los mayores que están responsabilizados, en cierta medida, con su educación integral.
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