CUBANET ...INDEPENDIENTE

4 de febrero, 2000



La Habana, una ciudad que duerme

Rev. Pedro Crespo Jiménez, Grupo de Trabajo Decoro

LA HABANA, febrero - La capital cubana presume de contar con el casco antiguo más bello de América. Escenario vivo, habitado en otro tiempo por la burguesía más ostentosa del continente, en él se suceden monumentos oficiales, fortalezas, estrechas callejuelas, palacetes herrerianos y plazas adormecidas por el calor caribeño, que cada noche vibran al ritmo sabroso de la música cubana.

La primera sensación que el viajero experimenta cuando llega a La Habana es la de encontrarse en una ciudad mítica, hechicera, con una fuerza que reúne lo mejor de España y de Africa.

La Habana requiere tiempo para descubrir sus muchas caras, llena de sabor y misterio debe recorrerse a pie y sin prisas. El ambiente lo ponen los propios habaneros que viven abiertos a la calle, enfrascados en la dura lucha de la consecución del pan de cada día y dar respuesta a las muchas interrogantes que surgen al comenzar una nueva jornada, llena de incertidumbres, desaciertos y frustraciones.

¡Habana! ¿Qué quiere decir esa hermosa palabra que le da nombre a la capital de la República?

Muchas cosas se dicen. Unos afirman que era el nombre de un cacicazgo de los primitivos indios que gobernaban Habaguanas, y que es un vocablo siboney que equivale a praderas. Otros dicen que La Habana proviene de Jaben, puerto que es refugio y seguridad, donde está la máxima seguridad, el absoluto hogar.

Las religiones hablan de un paraíso, lo cual significa parque real, jardín del placer.

Cuenta una leyenda que un héroe babilonio hizo un peligroso viaje y halló una Isla donde estaba el árbol de la vida inmortal. Se lo llevó, pero una serpiente se lo robó. Jaben tiene parecido a Jeiden. No se dice el hombre de la Isla, pero soñando, uno piensa... ¿sería Cuba la Isla y La Habana donde estaba el árbol de la vida?

Cuentan que La Habana era, hace cuarenta años, un paraíso y también una serpiente se robó nuestra alegría, nuestro esplendor, nuestra vida.

¿Qué ciudad tiene calles con nombres que describen su alma, como Amistad, Perseverancia, Concordia, Lealtad, Luz, Paseo, Estrella o Reina? Sí, una Reina a la que han vestido con harapos.

Es posible recorrer La Habana en las del ensueño y descubrir, por cualquier calle empedrada, mujeres recién estrenadas en la santería, las llamadas "iyawó", todas vestidas de blanco y ataviadas con collares y pañuelos en la cabeza.

Podemos ver el Ayuntamiento, los restos de la Muralla, el torreón de San Lázaro y nuestra Plaza de Armas, que a diario acoge un mercadillo de libros viejos. Provista de bancos de mármol, esta agradable plaza es el más antiguo centro político militar de la isla. El edificio más destacado de la plaza, y culminación del barro cubano, es el Palacio de los Capitanes Generales.

Las calles de intramuros eran estrechas, como puede observarse hoy día, y en ellas tuvo lugar, seguramente, más de un incidente entre los conductores de carros volantas y quitrines, como aquél que cuentan los cronistas de la época en el que intervino don Mariano, padre de José Martí, en su carácter de celador del barrio de Santa Clara y que hubo de costarle el cargo por dar la razón a un carretonero frente a los alegatos de una dama de alcurnia, cuyo quitrán estuvo casi a punto de destruir.

Ahí está el Castillo del Morro y también La Cabaña, con su Foso de los Laureles, donde en tiempos de la colonia cayeron muchos patriotas, mártires de nuestras causas, y donde después se alzaron con saña los paredones de fusilamiento para ejecutar a muchos cubanos amantes de la libertad.

Perdidos entre nubes que nos ocultan las lágrimas podemos seguir recorriendo La Habana, esa Habana que era bulliciosa y alegre, llena de pregones, maracas y timbales.

Tropicana, lucero entre las estrellas de nuestra noche cubana. Guanabacoa, con sus papas rellenas. La cafetería Siglo XX, con sus sandwiches sabrosos de pan de flauta caliente. El Floridita, La Zaragozana, el Castillo de Fornés... El Parque Central, donde se yergue la estatua de Martí, que nos señala el rumbo de la libertad y por donde cruzaban los inolvidables personajes de La Habana el Caballero de París, la Marquesa, el Hombre Rana, Juan Charro con dos pistolas de juguete y cicatrices pintadas.

Cabalgan sueños pequeños sobre pretensiones locas en una Habana que sueña, también, sus sueños.

¿Dónde está La Habana con sus pregones? ¿No se oyen risas? ¡Se escuchan clamores! Es el llanto de una ciudad desvastada.

Hay silencio en sus calles, mercados y plazas. Es el silencio del son que agoniza en la guitarra, el silencio del pregón apresado en la garganta. Hay silencio de comparsa.

La Habana duerme porque fue asesinada, y es preciso que todos sus hijos se junten y le conserven el alma, sin permitir el olvido que la deforma y desgarra.

La Habana despertará, y será una nueva ciudad mágica, que llevará nuestra alma.



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