Una Isla
entre dos milenios
Ricardo González Alfonso
LA HABANA, diciembre - ¿El título augura un naufragio? Pudiera
pensarse, sobre todo si me refiero a un país que anda a la deriva entre
la mar de los siglos, sobre todo si la tormenta arrecia, los discursos y las
promesas hacen agua y el cofre con el tesoro cayó y se hundió.
La alegoría del buque realidad pudiera considerarse un símil
trasnochado si Martín Vivaldi no hubiera citado a un especialista que
sentenció: "Todos somos originales cuando somos nosotros mismos",
y éstas son mis vivencias, nuestras vivencias.
Lo demuestra que para muchos la única esperanza es lanzarse por la
borda en un bote salva-como pierde-vidas. Mientras que para otros es aguardar
una ola inmensa y certera, tanto, que arrastre al timonel.
Sin embargo, el criterio de algunos es diferente. Son quienes no abandonan
el navío y observan -observamos- la dirección e intensidad de las
rachas, para obrar con la certeza del triunfo.
¿Pecamos de ilusos? Winstor Churchill decía: "Un optimista
ve una oportunidad en toda calamidad, mientras un pesimista ve una calamidad en
toda posibilidad". Concuerdo con este razonamiento del estadista inglés,
pero prefiero el pensamiento de William George Ward, quien afirmaba que: "El
pesimista se queja del viento; el optimista, espera que cambie; mientras que el
realista ajusta las velas".
Es cierto que están raídas y las sogas resbaladizas, pero
también que cuando la turbonada es intensa la marinería tiene que
actuar con más ahínco para evitar el naufragio; porque, pese al
criterio de la oficialidad que nos adentró en el temporal, la barca es de
todos.
De modo que cada grumete, se halle en la proa o en la popa, en la Santa Bárbara
o en los más alto del palo mayor, tiene un deber, no de vida o muerte,
sino de vida, o sea, de crecimiento pleno.
En el viento está la victoria. Sólo es preciso ajustar el
velamen de la república, y -quizás sobre todo- nuestra vela
interior, ahora, sí, que el mástil cede aunque no se quiebre y que
una y otra vez las sacudidas nos hacen rodar de estribor a babor.
Muchos, al menos durante las tormentas, recordamos un fragmento de la oración
de San Francisco. Es como esparcir aceite sobre las aguas: "Señor,
hazme un instrumento de tu paz, que no busque tanto ser amado como amar, ser
comprendido como comprender, ser perdonado como perdonar, porque es dando como
se recibe..."
Concuerdo con el santo, mas prefiero complementar su rezo con el pensamiento
de José Martí que enseña: "La libertad cuesta muy
cara, y es necesario resignarse a vivir sin ella o decidirse a comprarla por su
precio".
Tal vez esa sean las cuerdas de las que hay, alternativamente, que tirar y
soltar en nuestra embarcación y en nuestra alma. La opción eficaz
y única de los realistas.
Por eso vaticino, como un profeta de carne y sueños, que si
procedemos con la honestidad de los audaces nuestra fe -personal y nacional-
cruzará el horizonte bajo el arcoiris del triunfo patrio, con una barca y
arca de la nueva y última alianza con la libertad.
¡Feliz milenio compañeros de rumbo!
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