Habaneros al
borde de la desesperación
Moraima Pires, Grupo Decoro
LA HABANA, diciembre - Concluyeron las intensas y recientes lluvias que
azotaron la ciudad de La Habana y provocaron 200 derrumbes, dos víctimas
fatales, varios lesionados y millones de pesos en pérdidas materiales.
Sin embargo la verdadera tragedia comienza ahora: 392 nuevos damnificados
perdieron sus pocas propiedades y hasta seres queridos, en un país cuyo
gobierno puede hacer muy poco por ellos.
Las familias afectadas fueron trasladados hacia locales improvisados, eufemísticamente
bautizados como "centros de tránsito" por los funcionarios de
la Vivienda. En general, estos lugares son amplios espacios carentes de lo
indispensable para la vida humana. Algunos apenas tienen iluminación,
presentan poca ventilación, insuficientes instalaciones sanitarias y
adolecen de la menor privacidad familiar, como sucede en el de San Miguel entre
Galiano y Animas, en Centro Habana.
En otros, como el ubicado en el Centro Deportivo "Ponce Carrasco"
-sito en Lucena y Concordia, Centro Habana- los necesitados deben dormir en el
piso o sobre una colchoneta de espuma de goma, los retretes no funcionan, las
heces fecales son vertidas en sus áreas aledañas y provocan un
hedor insoportable. El robo, las discusiones entre los núcleos familiares
y entre éstos y los funcionarios municipales de la Vivienda constituyen
hechos cotidianos a pesar de que existe reglamento interno y guardia las 24
horas del día.
Cocinar en esos lugares está prohibido. El alimento, mal elaborado y
de la peor calidad, es traído desde comedores vecinos. Los mayores de 7 años
no tienen derecho al desayuno. La higiene es insuficiente en los locales y en
los mismos coexisten por igual personas honradas y antisociales.
Una vez que las familias afectadas son trasladadas a los llamados albergues
las condiciones mejoran un poco. Estas dependencias existen en todos los
municipios de la capital cubana. Por regla general su funcionamiento y características
son comunes. Los más conocidos, por la cantidad de gente que reciben,
pertenecen a los municipios Guanabacoa, Centro Habana, Marianao y La Lisa. En
estos sitios las familias pueden pasarse el resto de sus vidas sino tienen la
suerte de recibir un apartamento o local que requiera reparaciones ligeras o que
le concedan a un familiar el derecho a construirlo en una microbrigada con su
propio esfuerzo, luego de 4 ó 5 años de trabajo.
Tomemos como ejemplo el albergue El Chico, ubicado en La Lisa, que ocupa las
instalaciones del otrora tecnológico "Juan Pedro Carbó Serviá".
Allí viven familias de varios municipios habaneros. Algunas de ellas
provienen de otros albergues y llevan 10 o más años en estas
condiciones.
El régimen disciplinario existente permite la elaboración de
alimentos en los cubículos familiares, así como gozar de cierta
privacidad. No se les permite a los conviventes la ingestión de bebidas
alcohólicas ni que reciban visitas ajenas a la instalación, motivo
por el cual se les entrega credenciales a los albergados allí a fin de
que sean identificados por sus celadores.
Algunos albergados que prefieren el anonimato califican de desesperante su
actual situación: la enorme distancia entre la instalación y sus
centros laborales, el deficiente transporte y los pocos medios de comunicación,
los frecuentes robos y asaltos sexuales, las agresiones físicas que
sufren los vecinos, las complicaciones para trasladar a los enfermos de urgencia
hacia el hospital más cercano, la falta diaria de fluido eléctrico,
la imposibilidad de salir o entrar a el área cuando llueve, los
mosquitos, ratas y otras alimañas que pululan por todas partes y que
constituyen vectores transmisores del dengue, la leptospirosis y otras
enfermedades; son razones más que suficientes para hacer insoportable la
estancia en esos lugares.
Pero lo peor es que la historia se repite todos los años, con mayor o
menor intensidad. Son decenas de viviendas que se desploman y cientos los
damnificados. El 70 por ciento de los edificios múltiples de vivienda en
los municipios Centro Habana y Habana Vieja se encuentran en mal estado
estructural o declarados inhabitables, como resultado del abandono en que se
encuentran desde hace décadas.
Si las autoridades cubanas no adoptan medidas tendentes a solucionar
definitivamente tan grave situación social no sólo habrá un
mayor por ciento de habaneros sin casas en los próximos 15 ó 20 años,
sino que los dos municipios más antiguos de la ciudad serán
barridos por las inclemencias del tiempo y los desastres naturales por un lado,
y la incomprensión de falta de atención de los gobernantes, por el
otro.
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