Cosas de mi
barrio
Rev. Pedro Crespo, Grupo Decoro
LA HABANA, diciembre - La familia de Perico: su esposa Reglita, los hijos
Alexander, Marielena, Lorinaides y Manolín, junto a la suegra María
(que tira las cartas en el horario de la mañana, a cualquier persona
deseosa de conocer su futuro amoroso), también van a festejar, a su
manera este fin de año 2000, que es también fin de siglo y fin de
milenio. ¡Y parece que lo van a celebrar por todo lo alto!
Hace unos días vi a Perico salir con "el niño", un
puerquito de 300 libras. El animal ya está acostumbrado a esos paseos,
pues su dueño lo suele sacar periódicamente a caminar por el
barrio, atado a una larga cuerda. Todos conocen a "Chanchito", y él
siempre tiene una muestra de cariño para sus buenos vecinos que
contribuyen a su alimentación. Por otra parte, constituye un agradable
espectáculo para los transeúntes mañaneros, que temprano
circulan a montones por la avenida capitalina de mi barrio para ver al puerco
dirigirse animadamente a la poceta de agua que se encuentra justo en la
intersección de una de las calles con la avenida. El incipiente bache de
hace unos meses se ha convertido, por obra y gracia de un salidero de agua, en
una enorme poceta que le sirve a "Chanchito" para darse un buen chapuzón.
Sí, porque Perico lleva a "Chanchito" de vez en cuando a
ese enorme bache vial para que se dé su buen chapuzón, lo que no
sabe "Chanchito con sus imponentes 300 libras es que sus días están
contados.
Si Ud., amigo lector, ha esbozado una sonrisa maliciosa al llegar aquí,
le diré que al margen de esta pintoresca escena real de un bario
habanero, que por muy risible que parezca resulta desagradable y penosa,
agregando la multiplicidad de dificultades que tenemos que enfrentar
cotidianamente para vivir, los problemas familiares que parecen que no se
acaban; las jóvenes jineteras que empañan nuestro paisaje; algún
que otro enfermo mental hurgando en los latones de basura; la promiscuidad
ciudadana en el vestir, en el hablar, en el conducirse, muy a pesar de todo esto
(¡y no faltaría más!), siempre queda la esperanza.
La esperanza que proponemos tiene un rostro concreto: Jesús, el Jesús
que recordamos en este fin de milenio.
La Iglesia no ha cesado, con sus luces y sus sombras, de anunciar al mundo
durante 2000 años la Buena Nueva del Evangelio. Una propuesta de
felicidad y esperanza, de amor, reconciliación y solidaridad. Una
propuesta de auténtica fraternidad, de hermandad y filiación.
Siempre podemos recomenzar la historia, recomenzar la vida, siempre podemos
empezar de nuevo, aunque los chanchitos se sigan bañando en pocetas
callejeras.
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