La farsa
continúa
Orlando Prado Gómez, Cuba-Verdad
LA HABANA, diciembre - Durante la guerra de Angola las fuerzas del Frente
Popular para la Liberación de Angola (FPLA) enarbolaban una consigna que,
traducida al español, quiere decir: "La lucha continúa".
Pero si parafraseamos esta frase y la actualizamos de acuerdo a la realidad
cubana, en lo que respecta a las sistemáticas marchas combatientes y
tribunas abiertas, podríamos decir: "La farsa continúa".
Entonces, una pregunta se impone: ¿Cómo puede hablarse de farsa
cuando se ven miles y miles de personas dando gritos de apoyo al régimen
y la prensa oficial se encarga de difundir repetidamente dicha escena?
Pero, nadie se pregunta cómo se puede montar semejante farsa
colectiva y de qué medios se vale el gobierno de Fidel Castro para
lograrlo.
El pensamiento de una persona que viva en un país democrático
sería de la siguiente manera: "Yo sólo asisto a un acto político
si éste corresponde a mis intereses". La diferencia con respecto a
Cuba es que esto no funciona así, porque aquí existe un régimen
totalitario, y éstos se caracterizan entre otros aspectos en el poder
absoluto de la economía, así como en poseer una eficiente policía
política que no oprime solamente al ciudadano común, sino también
a los propios militantes del Partido Comunista.
A partir de este principio, se puede explicar la asistencia masiva a estas
marchas-farsas organizadas por el régimen de Castro.
Por ejemplo, el Partido Comunista anuncia a un director de fábrica
que tal día los trabajadores tienen que participar en una marcha
combatiente y, lógicamente, el dirigente será evaluado por la
participación de sus empleados.
Entonces, el director de la fábrica se reúne con los
integrantes del núcleo del partido, del sindicato y con los jefes de
departamentos de esa industria. Les informa sobre la participación en la
marcha convocada y que también serán evaluados políticamente
por áreas de trabajo.
A su vez, los jefes de departamentos y el sindicato oficial informan a todos
los trabajadores que habrá una marcha combatiente y que ellos también
serán "evaluados" en cuanto a su apoyo incondicional a la "revolución"
(un término que nadie define exactamente).
Resultado: Todos participan.
¿Por qué? Principalmente porque pueden perder su empleo. Lo
mismo puede ser echado a la calle el director que el obrero. También
pueden declararlo persona no grata en el país, o sea "contrarrevolucionario",
"desafecto", "tapadito" o cualquier otro equivalente. Lo que
significa que la persona calificada con uno de estos "cartelitos"
queda ubicado socialmente por debajo de un delincuente común. "Primero
robar que disentir" - es el lema de muchos por acá.
Esto mismo ocurre con los estudiantes. Recordemos lo de "la universidad
es sólo para los revolucionarios".
Como en Cuba todo pertenece al "Estado", entiéndase al
Partido Comunista, el pueblo se ve obligado a demostrar, mejor dicho a aparentar
su adhesión al gobierno comunista, por un sencillo acto de supervivencia
que no interpretar significaría ser convertido en menos que paria.
Por eso es que los centros laborales más "combativos" en
esas manifestaciones en pro del régimen castrista son aquéllos que
mejor pagan a sus empleados, o sea que le incluyen en el magro salario un puñado
de dólares.
Respecto a los tremendos gastos que representan estos actos políticos,
al gobierno no le importa ya que se trata del dinero del pueblo, al que no le
tiene que dar cuenta de nada, de absolutamente nada porque la propaganda es lo
primero y más importante para el sostenimiento del sistema totalitario.
En fin, la farsa continúa.
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