I
went to the park too and I spoke to John Lennon
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, 13 de diciembre - Yo también fui al parque y hablé
con John Lennon. No recordaba el día de su muerte. Para mí los
poetas son inmortales. Recordaba aquel nueve de octubre en que descubrí
que habíamos nacido el mismo día. Quizás por eso la manía
de soñar, el aire de inconformidad. El era mayor y ya famoso. Yo tenía
que tararearlo a escondidas. En mi pueblo era un "problema ideológico"
escuchar a The Beatles.
Llegué cuando los mismos que lo estigmatizaron se habían
marchado. Lennon estaba solo y me pareció que esbozaba una sonrisa irónica.
Seguro pensaba que los tiranos nada pueden contra la belleza. Sus canciones volvían
a escucharse, ahora a pleno pulmón, y con la anuencia de los "cazadores
de brujas". Ya los melenudos no tenían que esconderse ni comprar de
contrabando una "placa casera". Se podía bailar rock y levantar
a la vez una pancarta del Che Guevara. Para lograr la armonía hicieron
falta casi cuarenta años. Lennon sintió vergüenza por Fidel
Castro -lipori, se dice en español, pero es una palabra muy exótica-
cuando éste afirmo que lamentaba no haberlo conocido antes. Saboreó
su triunfo Lennon mirando los luengos rizos del Ministro de Cultura.
Era la madrugada y hacía frío. En el parque sólo
quedaban recuerdos del mitin oficial. Lennon me vio llegar y me invitó a
sentarme. Estaba algo aturdido. Era la noche de un duro día. Me pidió
que le contara lo que había ocurrido durante su ausencia en Cuba.
Yo no quería abrumarlo. El insistió. Me vi en Morón muy
jovencito. La fuente del parque Echevarría ponía en la mañana
una canción de agua. En la verja de hierro del Preuniversitario el
Director chasqueaba una tijera. La Subdirectora lo secundaba lanzando y
recogiendo con la misma mano un limón que marcaría el ancho de las
piernas de los pantalones. Comenzó el espectáculo. Jorge Marichal
volvió a su casa con un mechón de menos para que viniera mañana
pelado, como se debe. El Ñato Bermúdez fue expulsado por cobrar
con un trompón el tijerazo en sus pantalones. Carmita iba llorando el
falso descosido de su falda. Yo no entré al aula aquel día.
Había rabia y miedo. Las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la
Producción) habían sembrado terror. Joseíto, el católico,
cortaba cañas en un campo lejano. Ricardo, por el simple motivo de
gustarle los hombres, fue arrancado del barrio. A Norma la expulsaron por
lesbiana y no pudo ser médico. A Antonio lo acusaron de gusano por poder
traducir lo que cantaba Paul McCartney.
Virgilio Piñera y José Lezama Lima eran dos sombras en la "reserva
amarilla" de la biblioteca municipal. Gastón Baquero y Agustín
Acosta no existían más que en exilio. Actores y actrices eran "parametrados"
en los grupos de teatro. Alfredo Guevara tenía que salvar de la barbarie
a los más jóvenes. Eliseo Diego corría el riesgo de ser
vigilado por su propio hijo. Eduardo Heras iba a parar a Antillana de Acero.
Wichi El Rojo (Luis Rogelio Nogueras) vivió siempre bajo la sospecha
de no ser rojo. Los viajes oficiales comenzaron a regresar con asientos vacíos.
Músicos y poetas, cadetes e ingenieros prefirieron escuchar a The Beatles
sin bajar el volumen del tocadiscos ruso.
Había más que contar, pero ya Lennon suspiraba por Yoko.
La asiática llegó casi al amanecer. Notó nuestra
tristeza. Comprobó que la belleza también puede ser utilizada con
fines no tan bellos. Nos invitó a pasear, irreverentemente encueros, por
el parque.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|