Ulises
"encañizado"
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, diciembre - Parece que fue ayer. Pero antes de un quítame
allá esas pajas el general de división Ulises Rosales del Toro ha
concluido su tercer año como titular del Ministerio del Azúcar
cubano (MINAZ) y ninguna de las campañas por él conducidas ha
logrado siquiera igualar los cuatro millones y medio de toneladas de azúcar
alcanzados en 1995 bajo la "gobernatura" del defenestrado Nelson
Torres. Para colmo, Carlos Lage ya se encargó de anunciar que la producción
de la cosecha recién iniciada será inferior a la de la pasada,
debido a bajos rendimientos cañeros causados por la sequía, según
la prensa oficial, aunque también se afirmó que la zafra 2000-2001
será "más eficiente" que la anterior. O menos
ineficiente, para ser exactos. Cinco años, tómese nota, es el
plazo generalmente aceptado para que un ministro isleño pruebe sus
capacidades. Así pues, el Atrida de la caña parece iniciar su
recta ¿final?
Verdad es: el bisiesto 2000 ha sido un año muy seco. Al 22 de agosto
los embalses de Cuba sólo acumulaban 38 por ciento de su capacidad. Pero "reiteradas
inspecciones" del MINAZ mostraron como causas del bajo rendimiento cañero
un grave enyerbamiento, poco aprovechamiento de la jornada laboral, deficiente
uso de bueyes en el control de las malezas, baja calidad de las siembras y pobre
atención al hombre. Mucho he llamado en mis artículos de
periodismo azucarero a hacer lo máximo para vincular los ingresos del
trabajo a los resultados finales productivos y, según parece, me han leído.
No obstante, a la altura de estas líneas, sólo el 43 por
ciento del personal laborante en la esfera agrícola cobra sus haberes a
tenor de ese principio, al tiempo que su estabilidad como fuerza laboral no es
motivo de felicitarse. De acuerdo con Rosales, casi el 60 por ciento del
presupuesto del MINAZ se dedica a la caña; pero el tiempo físico
dedicado a la misma por los dirigentes de las delegaciones y los complejos
productivos no rebasa el 20 por ciento, cuando en otros países se le
otorga hasta el 70. Se ha dicho que Rosales ha impulsado seriamente a la
disciplina tecnológica y organizativa, a lo largo de sus tres años
como ministro. Pero en la pasada cosecha se perdieron casi 126 mil toneladas de
azúcar a causa de dichas violaciones, además de otras 266 mil por
ineficiencias del corte mecanizado -más del 70 por ciento del total de
fuerzas cortadoras- las últimas de las cuales amenazan con reaparecer en
esta campaña, si se considera que al 6 de octubre sólo el 32 por
ciento de la maquinaria agrícola a emplear se encontraba reparada y el 39
por ciento de los centrales previstos para el inicio presentaban atrasos en la
reparación de las mismas.
Igualmente, las reparaciones industriales se hallaban al 48 por ciento y 40
de 65 ingenios planeados para el primer pitazo, antes del 10 de enero, sufrían
retrasos en ese acápite. Por lo tanto, prudente parece pronosticar que la
zafra 2000-2001 tendrá dificultosa arrancada, y ya se sabe lo que ello
cuesta.
Añádase el mal estado de los caminos, capaces de hacer perder
hasta 3 por ciento de la producción cañera, según estimados
muy conservadores, y se verá que existen serias razones para pensar que,
otra vez, el corte mecanizado ni se acercará a su norma de casi 122
toneladas diarias por máquina, de donde cabe interrogar cómo se
logrará un aprovechamiento de la norma potencial de molida no inferior al
80 por ciento, una de las frustraciones de Rosales del Toro y clave, junto a un
rendimiento industrial azucarero, de esa zafra "más eficiente"
que se pretende, en escenario de precios deprimidos.
Confrontar estrategias y resultados ayuda; la de Rosales del Toro otorga
elevada autonomía a los complejos agroindustriales, contempla la
posibilidad de su administración conjunta con capital extranjero, concede
especial importancia a la generación de electricidad a partir de la
biomasa y pretende maximizar la diversificación, a fin de reducir costos
y mejorar precios. Es buena estrategia, aunque la misma se vea severamente
limitada por la no solución de diferendos históricos como el de la
indemnización de los expropiados a inicios de los 60, la no redefinición
del concepto de propiedad o el no acabar de decidirse a tomar la bestia por los
cuernos, estableciendo el pago obligatorio por resultados en azúcar,
aunque ello signifique un terremoto para las burocracias azucareras locales.
Justo es reconocer avances en la materialización de la estrategia
apuntada, sobre todo en energía, ecología y diversificación.
Pero eso no oculta que las barbaridades del "cañagate",
implacablemente perseguidas por el "hermanísimo" Mongo Castro,
siguen haciendo de las suyas, cual denunciadora de males estructurales aún
sin respuesta, aún sin médicos y medicinas. ¿Qué hará
Ulises Rosales del Toro ante esa recurrente crisis cañera, que muy
tranquilamente le puede costar el cargo?
Nadie lo sabe; por lo pronto, "encañizado" está.
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