CUBANET ...INDEPENDIENTE

27 de abril, 2000



Creer desde el cuarto

Rev. Ernesto Iturriaga, Cuba Voz

LA HABANA, abril - Ser cristiano pudiera calificarse de algo relativamente fácil, que implica desde luego varios pasos que comienzan haciendo confesión de este hecho al aceptar a Cristo Jesús como Señor y Salvador, renunciar a los pecados y dar fe pública de estos hechos mediante el bautismo.

Bien, éste es sencillamente el medio convencional explicado de un modo simple, pero es también el que no se ajusta ni a un 50 por ciento a los cubanos de la isla.

La gran mayoría de los cubanos creen de un modo u otro en Dios, eso es un hecho, pero lo curioso del caso es que gran parte de ellos tienen una creencia sui generis, pues practican cierta especie de cristianismo casero por el que aducen su filiación religiosa y que según ellos los hace fieles de la Iglesia a pesar de no haberse reunido jamás con la misma ni de haber puesto un pie en un templo en su vida.

Dicho en otras palabras, creen desde el cuarto de su casa.

Creer desde el cuarto es otro aporte relevante que ha hecho el cubano al mundo del siglo XX, y quien dude de la capacidad de ellos para hacer aportes sólo tire un vistazo a los centenarios automóviles, televisores de bombillos y anticuados radios que aún se mantienen con vida ante la admiración e incredulidad del resto del planeta Tierra.

Creer desde el cuarto tiene macabros antecedentes, pues nada surge por sí solo. El detonante que desencadenó este complejo proceso comenzó bien temprano al entrar en conflicto el estrenado régimen revolucionario y la Iglesia del país, sin tener en cuenta el papel jugado por la influencia de la Iglesia en el proceso revolucionario como el del Arzobispo de Santiago de Cuba que evitó derramamientos de sangre y asesinatos, ni que muchos creyentes incluidos sacerdotes se incorporaron a la revolución, se inició la desfiguración de la Iglesia y el enlodamiento de los creyentes logrando como metas iniciales que el país se quedara prácticamente sin sacerdotes, pastores y templos.

Escuelas, conventos y multitud de bienes de la Iglesia fueron expropiados bajo la palabrita "nacionalización". Uno de los casos más dramáticos fue la salida del vapor francés Covadonga repleto de Ministros religiosos deportados. Se iniciaba la implantación de la "luz comunista" frente a las "tinieblas religiosas". Los campos de concentración conocidos por UMAP, bajo el eufemístico nombre Unidades Militares de Ayuda a la Producción, confinaron en su seno no sólo a jóvenes descontentos, "desviados ideológicos" y homosexuales sino también a multitud de creyentes de las más diversas iglesias. El actual Cardenal de la Iglesia Católica cubana y Arzobispo de La Habana, Jaime Lucas Ortega y Alamino, estuvo recluido en uno de esos campos.

El que oliera a religión no podía esperar recibir otros calificativos que oscurantista, retrógrado, traidor a la clase obrera, agente al servicio del imperialismo, agente al servicio de los explotadores y otros epítetos sinónimos abundantes en el lenguaje revolucionario.

La prensa y los discursos de la época muestran mejor que nadie estos acontecimientos. Sobresalió en este ataque la sección Aclaraciones del periódico Hoy.

Se inició una etapa degradante en este aspecto para la nación cubana. El simple hecho de ser religioso le costaba al creyente perder hasta el empleo. Cuanta planilla o documento oficial se llenara venía con una estereotipada frase que decía: "¿Usted o algún familiar es miembro de alguna religión o secta?". En el expediente que se lleva a los escolares aún puede verse la citada frasecilla. No se podía aspirar a cargo público, violando claro está la Constitución práctica común desde el inicio revolucionario, ni pertenecer a las filas del Partido Comunista ni ocupar cargos de responsabilidad alguno.

Recuerdo el caso de un profesor que fue separado de las filas comunistas de la UJC y expulsado de la escuela por el grave delito de ir un 17 de diciembre de 1987 a venerar a San Lázaro Obispo en la Iglesia del poblado del Rincón en la Habana.

Cuántos casos como éste y muchísimos más de discriminación religiosa no habrán ocurrido en el más absoluto silencio bajo la imagen del país maravilla. El cubano, que dicho sea de paso de tonto no tiene un pelo, inmediatamente comprendió la situación y se adaptó a ella. Digo que se adaptó y no que la asumió porque el cubano ha devenido experto en metamorfosearse y tener dos caras: la privada o sea la de verdad, que salvo la familia y algunos íntimos nadie conoce; y la oficial o sea la de relaciones públicas, con la que están familiarizados todos.

¿Cuál es el problema, no se puede ser creyente? Hombre, eso no es ningún problema para el cubano pues cientos de miles de creyentes de pronto devinieron ateos incondicionales dejando a los poquísimos sacerdotes y pastores que quedaban sin congregación y sin empleo. Biblias, cuadros, pinturas, fotografías, fueron a parar... no, a la basura no, al cuarto. Madres y abuelas en la intimidad del hogar debutaron como ministras del Señor y, con tenacidad y paciencia digna de Job, fueron descorriendo el velo de la Biblia instruyendo a sus descendientes en las normas cristianas.

En muchos casos, repitiendo como cotorras el Ave María y el Padre Nuestro, como contrapeso a la doctrina que enseñaba que Dios era el invento de los opresores para mantener sumisos a los oprimidos y que el hombre descendía del mono.

Así siguió creyendo el cubano, con la careta oficial de "yo soy ateo" mientras guardaba muchas veces bajo la almohada una Biblia o una medalla con la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre.

Con el paso del tiempo, la nueva forma de creer se generalizó. Vinieron también nuevas generaciones de madres y abuelas cada vez menos preparadas para educar en materia religiosa a sus descendientes, lo cual unido a la educación atea que brinda el sistema de educación comunista contribuyó enormemente a la pérdida de valores morales y éticos de la sociedad cubana reflejados particularmente en su juventud, razón por la cual actualmente iglesias y templos de todas las denominaciones se repletan de una multitud sedienta de Dios.

A inicios de la década de los años 90 el gobierno comunista de Cuba accedió a tratar el candente tema de los creyentes cubanos, reconociendo la discriminación a que están sometidos, y les concedió algunos de los derechos que les negó a lo largo de 30 años, aprobando incluso el ingreso de los creyentes a las filas comunistas lo que desató un gran avivamiento religioso en la isla. Preocupados por la gran cantidad de personas que casi de golpe abarrotaron los templos motivando la apertura de nuevas iglesias, casas-culto y casas de oración, han tratado sin éxito de reprimir silenciosamente a los cristianos utilizando las más variadas formas y adoptando políticas que frenan la labor evangelista de la Iglesia, tolerando abiertamente a que subsistan la discriminación religiosa en un país donde casi todos creen en Dios y el que no cree por lo menos acude a El cuando truena. Pero éste será tema a tratar con más amplitud en otra ocasión.



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