Monumento a la frustración
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, abril - En unos tres meses y medio, como es conocido, se construyó la denominada "tribuna abierta anti imperialista José Martí". Está ubicada muy cerca de la Sección de Intereses de Norte América (SINA). Acero, cemento, losas de
colores -que según algunas personas fueron traídas expresamente desde México- y otros materiales propios para la edificación de cualquier inmueble, además de abundante mano de obra, fueron empleados allí.
En la obra resalta la estatua del Apóstol José Martí que, con un niño cargado en su brazo derecho, señala con el índice izquierdo acusadoramente hacia la SINA.
En Estados Unidos vivió Martí los años más fecundos de su vida (1880-1895). De ese país dijo que había hecho de la libertad "fundamento, escudo, esencia de la vida". Allí sufrió el gran dolor de que su esposa Carmen Zayas Bazán,
de mutuo acuerdo con el cónsul de España en New York, saliera escondida con su hijo hacia Cuba. El no deseaba en absoluto que su hijo viviera en un país donde existía un gobierno despótico que mantenía a los cubanos sin libertad. Tal vez esos mismos móviles
fueron los que impulsaron a la madre de Elián González Brotons a huir con su hijo hacia las costas de la Florida.
Pero bien, que cada cual saque sus propias conclusiones sobre ese asunto, y pasemos a decir que la tribuna abierta anti imperialista José Martí parece ser, más que todo, un monumento a la frustración. Un símbolo a la vanidad personal herida. Un
injustificable hecho de utilizar los recursos del país en algo que no deben ser utilizados.
En La Habana, sólo en la ciudad, más de 200 mil viviendas están en regular o mal estado, y 24 mil de ellas presentan una situación totalmente crítica. En el municipio capitalino 10 de Octubre, por ejemplo, hay casi mil ciudadelas o infernales cuarterías
mientras que en los alrededores de la ciudad existe un número alto de los llamados barrios insalubres.
Recientemente estuve en uno de ellos. Lo denominan "El Rancho". La miseria es dueña y señora en ese lugar. En la casa que visité -tengo que llamarla casa aunque sea lo más alejado de la idea que comúnmente se tiene de una vivienda- una niña
de cuatro meses de nacida había muerto dos años atrás víctima de una bacteria desconocida; un niño había enfermado gravemente de escarlatina en el 99, y un joven de 28 años había perdido la vida hace unos meses cuando trató de escapar
rumbo a Inglaterra en el tren de aterrizaje de un avión. Todo es desesperanza en aquel panorama.
Vivir en una casa que se está cayendo, en una inhumana cuartería o en una miserable casucha de un barrio insalubre, es como si cada día fueras asesinado. En una situación semejante nadie tiene derecho a emplear los materiales necesarios para edificar viviendas en
construir plazas políticas, y mucho menos si esas plazas son para gritar contra un gobierno vecino, contra un país vecino.
Durante cuarenta años en Cuba nunca se ha levantado un monumento al amor, a la comprensión y la tolerancia entre los cubanos. Verdaderamente que vivir en un país así espanta.
Todo eso se puede, en alguna manera, resumir con las propias palabras de en condición de que vivan en ella más felices los hombres".
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