La cumbre de las lamentaciones
Claudia Márquez Linares, Grupo de Trabajo Decoro
LA HABANA, abril - Se celebra en La Habana la Cumbre Sur-Sur. Es la primera reunión Cumbre del grupo de los 77 luego de fundada en 1964 la concertación de países subdesarrollados.
Es incuestionable que en el mundo de hoy existe un desigual acceso a las riquezas y a los beneficios de la modernidad. El hambre, la falta de sistemas de salud al alcance de millones, la proliferación de enfermedades prevenibles, son flagelos de las naciones pobres.
No debe ser censurable que exista un interés de unidad por parte de quienes comparten, en una u otra medida, estos males. Sin embargo, la cuestión está en cómo se enfoca el asunto.
Desde el inicio del proceso preparatorio del cónclave se ha escuchado en declaraciones de funcionarios del gobierno cubano cuál es el matiz de la reunión. Como era de esperar, se habla de la amenazante globalización neoliberal, de unidad para enfrentar al norte rico,
de orden mundial unipolar e injusto. No escasean las críticas al libre comercio, a las privatizaciones. Se culpa al llamado norte rico de los problemas del sur pobre. Las mismas son premisas falsas sobre las cuales se pretende llegar a acuerdos y aprobar un programa de acción. Mientras
se considere la solución de las desigualdades del planeta bajo tales concepciones será difícil lograr la superación de las carencias que aquejan a los más pobres.
En la actualidad se tornan cada vez más fuertes las tendencias a la interacción libre entre los países. Los bloques que tienen como sustento enfrentarse a otros están siendo superados. Es cierto que la globalización no ha eliminado el abismo que separa al
norte del sur, pero es falso culparle como la causa principal.
Hay pueblos que en los últimos decenios alcanzaron niveles de vida del primer mundo. Lo han grado aplicando políticas económicas que paradójicamente son rechazadas por los representantes del sur. El libre comercio, las privatizaciones, la libertad de mercado laboral,
la eliminación de aranceles aduaneros, etc., son elementos que han estado presentes en estados que pasada la mitad del siglo XX eran atrasados y hoy exhiben sociedades económicamente prósperas. Ejemplo de ello son Corea del Sur, Taiwán, Singapur, por sólo nombrar
los más emblemáticos.
A pesar del esfuerzo desplegado por las autoridades cubanas, el encuentro no ha sido abordado por los países subdesarrollados con el máximo nivel de importancia. Es significativo que de 133 países que integran el grupo de los 77, sólo unos 40 están
representados por jefes de estado o de gobierno, menos de la tercera parte.
De América Latina, sólo el presidente venezolano, Hugo Chávez, ha confirmado su asistencia. El resto de los mandatarios del continente estarán ausentes.
Quizás sea esto una buena señal de que aunque no se desprecie el propósito de la unidad, se imponen otras concepciones de desarrollo más modernas. Es difícil creer que los pobres de la tierra, con los discursos que en estos días se escuchan en La Habana,
llegarán a beneficiarse de las conclusiones de la reunión. El encuentro de la capital cubana tal vez pase a la historia como la Cumbre de las Lamentaciones.
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