CUBANET ...INDEPENDIENTE

13 de abril, 2000



Tener y no tener

Héctor Maseda, Grupo de Trabajo Decoro

LA HABANA, abril - Las multitudes vanas agotan. No dejan de fastidiar las exageradas manipulaciones políticas. Mortifican los mares de errores gubernamentales que han estremecido y afectan a Cuba. Cansa tener lo que no se desea y que falten aquellas cosas bellas de la vida que conocemos y no tenemos. Hastía el vacío del presente cuando se piensa, con angustia, en el incierto porvenir del país.

Observamos con pesar las concentraciones populares que a título de coro obligado se llevan a cabo para escuchar al líder político del momento, en ocasión de recordar alguna fecha histórica o histérica. También hemos sido testigo de las largas marchas, denominadas del Pueblo Combatiente, que lograron paralizar buena parte de la pobre economía nacional durante sus realizaciones. Y qué decir de las tribunas abiertas, que a diario y desde hace cuatro meses, se repiten en algún punto del país, con nefastos resultados en las esferas de la producción y los servicios.

No hablemos del reiterado abuso de los medios masivos de comunicación nacionales, utilizados para acentuar los sentimientos de chauvinismo fundamentalista importado, con el que se trata de caracterizar a nuestro pueblo, conocido mundialmente por su alegría y hospitalidad sin límites.

Por supuesto que los errores cometidos por la Administración Castro en la economía son los de mayor repercusión en la sociedad, aunque no los únicos: Pretendió industrializar el país -o l menos eso dijo- con tecnologías socialistas (obsoletas) y no lo logró luego de treinta años de insistir en ello. Repitió públicamente la frase de sacrificar el consumismo en aras de lograr el desarrollo agroindustrial y bienestar futuros y no pasó ésta de convertirse en un juego de palabras que, con el tiempo y el engaño, devendría en un mal recuerdo. Se abandonaron las líneas productivas agrícolas que sostuvieron, tradicionalmente, la proa de nuestro magro pero sostenido desarrollo antes de 1959; y ahora, a pesar de los esfuerzos y recursos empleados en la agricultura, no se logran los niveles de producción, eficiencia y rendimiento proporcionales a la población que existió en la época republicana.

La zafra de los diez millones de toneladas de azúcar (1970) fue uno de los mayores fracasos de Castro, y de los pocos que ha reconocido públicamente. Lo cierto es que este revés produjo un abismo insalvable y definitivo entre el pueblo cubano y su gobierno, al perder el primero la confianza en sus gobernantes, no sólo por incumplir las autoridades estatales con lo prometido en un sector tan importante como el azucarero, sino por provocar un caos económico en las demás esferas productivas y de servicios del país, que ha costado muchos años de esfuerzo para intentar superarlo parcialmente.

Los reiterados procesos de rectificación de errores sociopolíticos y económicos llevados a cabo por los mismos que los cometieron es una razón más que suficiente para que pensemos no habrá solución mientras no se reconozca culpable al régimen político que representan.

Estas realidades, junto con otras no menos importantes, adquirieron su verdadera dimensión histórica al desaparecer el campo socialista y con él los millonarios subsidios soviéticos entregados anualmente a la obediente y siempre fiel Cuba estalinista. El llamado período especial que le siguió y que aún sufre nuestro pueblo, marcó la mayor prueba de fuego que ha enfrentado una sociedad moderna en tiempos de paz.

Cansados estamos los cubanos de tener lo que no deseamos. Ejemplos sobran. Tenemos una Constitución vigente en el país que no representa ni respeta los derechos e intereses de toda la ciudadanía. Nos asfixia la implantación de una tiranía totalitaria que supera las cuatro décadas de ejercer el poder absoluto, con toda la secuela de arbitrariedades que arrastra a su paso. Se trata de una de las tiranías más largas en el tiempo y violenta que ha padecido pueblo alguno. Esta ha superado con creces la de los Somoza en Nicaragua, los Trujillo en República Dominicana y Stroessner en Paraguay, por sólo señalar las más conocidas.

Los cubanos poseemos la mayor cárcel-archipiélago que existe en el planeta, con más de 114 mil kilómetros cuadrados y una población penal superior a los once millones de convictos de todas las razas, edades y sexos.

Posiblemente sea la nuestra una de las pocas sociedades que mayor desproporción presenta entre el salario familiar y el costo de vida, superando ésta última entre 6 y 8 veces la de los ingresos. Así las cosas, nuestros ciudadanos se han visto obligados a convertirse en verdaderos malabaristas de la supervivencia diaria.

Cuba posee el mayor índice de éxodo poblacional del mundo, sin que medie un conflicto bélico real que golpee sus fronteras. Y éste se lleva a cabo en condiciones de alta peligrosidad marítima y con los medios más elementales e inseguros que pueda concebir mente humana. Los cálculos resultan la mejor prueba de lo afirmado: una de cada cuatro personas que intentan la travesía llega felizmente a su destino. El número real de cubanos desaparecidos en las aguas del Golfo de México en los últimos cuarenta años jamás será conocido en rigor.

La creación gubernamental de una entidad empleadora intermediaria entre el empresario foráneo con negocios en Cuba y el trabajador cubano contratado por aquél trae como consecuencia que este engendro gubernamental le sustrae al obrero nacional aproximadamente el 90% del salario en moneda convertible que le paga el inverionista y del que se apropia el Estado cubano, sin que medie una verdadera justificación legal o moral para ello.

Poseemos una juventud sin esperanzas a la que en un gran porciento sólo le interesa vegetar en el país hasta que le sea posible abandonarlo definitivamente. Y mientras, sobrevive apoyada en la doble moral (demostrar lo que no siente ni piensa o dice). Los jóvenes se divierten, unos delinquen, otros se drogan, algunos ejercen la prostitución. La mayoría ve en la violencia un equilibrio generacional y de oportunidades sociales que no les ofrece el gobierno, pero que sí los utiliza en cuanta tarea difícil tiene en mente. Se trata de una situación insostenible, por lo contradictoria que resulta.

El pueblo de Cuba ya está cansado de estas realidades cotidianas. Desea recuperar el respeto del mundo y de un nuevo gobierno. Que se respeten sus derechos y sean representados sus intereses, sin que sea excluido ningún ciudadano por su pensamiento político, opiniones, sexo, raza o creencias religiosas.

Que la familia recupere la importancia que siempre ha tenido como núcleo fundamental de la sociedad, que los valores morales y espirituales no se sigan midiendo a través de las ideologías. Que reine la más amplia libertad ciudadana.

Que se restablezcan el bienestar y progreso comunitarios, los valores de igualdad ante la ley y la justicia social, la tolerancia ciudadana y la autorrealización, la confianza y una verdadera representatividad en la dirección del Estado, la igualdad de oportunidades y la conducción de una vida comunitaria activa y sana, el disfrute de la Democracia y la Paz Universal.

Queremos, en fin, una patria verdaderamente martiana y americanista. Aquélla por la que luchó José Martí. La que concibió con todos y para el bien de todos, y no para el beneficio de unos pocos.



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