Hay que ponerse de acuerdo
José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad
LA HABANA, abril - Durante la última semana de marzo el Dr. Fidel Castro estuvo prácticamente todos los días diciendo discursos y no precisamente llenos de monosílabos. Cuando se le observa y se le escucha es fácil llegar a la conclusión de que él
habla y actúa como si fuera el dueño de los rayos y los truenos, el dueño de vidas y haciendas.
En cualquier casa, cuando el abuelo está actuando fuera de contexto, cuando ha perdido su lugar en el tiempo, y su forma de comportarse puede dar lugar a que toda la familia se extravíe y sufra consecuencias desagradables, por ese actuar errático o irresponsable simplemente
se le dice: "Abuelo, eso no puede continuar. Manténte tranquilo que otro de nosotros va a seguir haciendo las cosas".
Pero a este señor se le ha permitido durante tantos años que haga lo que le parezca que muy probablemente ahora piense que eso tiene que ser así eternamente.
Durante algún tiempo se escucharon comentarios de que Fidel Castro era genial. Ahora, en los discursos de sus seguidores más cercanos, se le dice "el invencible comandante". Las dos definiciones están muy distantes de la verdad. La realidad hace rato ya que tiró
por tierra esos calificativos.
La dirección del país en sus manos durante 41 años ha arrojado un saldo mucho más negativo que positivo, pero aún si se hubiera logrado durante ese largo período que los adoquines de las calles de la Habana Vieja fueran de oro, incluso si se hubiera
logrado la felicidad del pueblo cubano, de todas formas cuatro decenios de un hombre en el poder es algo totalmente insoportable e injustificable.
Ha utilizado a su manera los recursos humanos y económicos del país y en más de una vez ha puesto en juego los destinos de la nación. Las guerrillas en Latinoamérica, las guerras en Africa y la instalación de cohetes atómicos en el territorio
nacional dan fe de ello.
Con él no hay solución alguna para los acuciantes problemas sociales, económicos y políticos a los que nos enfrentamos. Estoy convencido de que él es un problema, incluso hasta para los que están más identificados con su actuar.
Si lo que le gusta es escucharse, pues entreguémosle un teatro con una claque bien especializada que aplauda entusiásticamente cada vez que se le pierda algún documento al que va a dar lectura o cuando diga una cosa ahora y otra totalmente diferente dos días después.
Somos trece millones de cubanos, hemos comenzado un nuevo milenio, el mundo continúa su salto hacia adelante y todos sabemos que nada es estático. Tenemos que ponernos de acuerdo -ideologías aparte- para decirle a Fidel Castro que su tiempo ya hace rato que terminó.
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