Soberanía y autodeterminación a conveniencia
Lic. Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, abril - Desde hace años el gobierno cubano se ha proclamado el máximo paladín del derecho de los pueblos a la soberanía y la autodeterminación. Sin embargo, en más de una oportunidad, esta supuesta vocación ha quedado en entredicho por
su quehacer internacional.
Recuérdese el caso de la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia en 1968 o la del ejército soviético en Afganistán en 1979, para reforzar a gobernantes ampliamente repudiados, acciones apoyadas por las autoridades de La Habana.
El desmembramiento de la República Socialista Federativa de Yugoslavia, ocasionado ante todo por las desmedidas ambiciones de los líderes serbios, ejecutado a través de atroces guerras y limpiezas étnicas y denunciado por la mayoría de la opinión pública
mundial tampoco fue censurado; por el contrario, esa demencial política que tanto sufrimiento trajo a los pueblos de la desaparecida Federación incluido el serbio recibió un respaldo oficial mediante tergiversaciones y ocultamientos a la población cubana.
Con la nueva invasión a Chechenia, llevada a cabo por las tropas rusas con brutales métodos que han escandalizado a la comunidad internacional debido a su grado de crueldad contra la población civil y los crímenes de guerra cometidos, el gobierno de la isla despliega
un silencio cómplice y la prensa oficial presenta ese conflicto como una simple lucha contra el terrorismo islámico.
Este drama viene precedido de una larga y lamentable historia. En 1722 fue cuando la Rusia zarista pudo dominar al Caúcaso por la fuerza imponiéndose a una población con características étnicas, lingüísticas y religiosas diametralmente diferentes a
la de los eslavos. La oposición chechena y de otros pueblos del área siempre estuvo latente. Elementos de la feroz resistencia al dominio extranjero pueden encontrarse en una de las novelas del mundialmente conocido escritor y humanista ruso León Tolstoi titulada Hadji Murat,
basada en sus experiencias personales cuando hizo el servicio militar en el Caúcaso entre 1851-52 durante la interminable guerra liberada por los ejércitos el Zar contra chechenos y daguestanos.
Con el triunfo de la Revolución de Octubre y la implantación del poder soviético, para muchos surgió la esperanza de que la cárcel de pueblo, que según Lenin fue la Rusia zarista, desaparecería dando paso a una época de amplia
autodeterminación de las distintas nacionalidades presentes en el vasto imperio. Todo terminó en una gran decepción, ya que el poder soviético disfrazado ideológicamente de un internacionalismo falaz, quizás con mayor crudeza aplicó sus garras sobre
las minorías.
En época de Stalin las represiones sobre las distintas nacionalidades alcanzaron niveles de brutalidad increíbles. En febrero de 1944, por orden del dictador, los chechenos fueron deportados masivamente e instalados por la fuerza en las estepas a miles de kilómetros de su
región, práctica también usada contra otras minorías acusadas de "nacionalistas".
Decenios después, fallecido Stalin, otros gobernantes reconocieron el bárbaro crimen colectivo realizado y permitieron el regreso de los chechenos a sus comarcas. Sin embargo, no fueron al fondo del problema o sea respetar la soberanía de los pueblos del Caúcaso y
permitirle su libre determinación por lo que dejaron intacto los gérmenes del descontento y los odios cultivados durante tantos años.
Con esos antecedentes, cuando a principios de los años 90 desapareció la Unión Soviética, Chechenia quedó como parte de la Federación Rusa, cuestión inadmisible para ese heroico pueblo, lo que lo condujo a declarar su independencia y constituir su
república. Ello ocasionó la ira de Moscú y la guerra de 1994-96 concluida con la desastrosa derrota del ejército federal Ruso.
La nueva guerra desatada por Moscú bajo el pretexto de controvertidas acciones terroristas achacadas a los chechenos, aunque iniciada con avances para las fuerzas rusas, a pesar de la crueldad desplegada y los enormes recursos empleados por los feroces invasores, todavía no ha
terminado. Ahora los chechenos recurren a la lucha guerrillera para conquistar su libertad e independencia como hicieron sus antepasados.
Todo ello es conocido por las autoridades cubanas por lo que carece de justificación su silencio cómplice ante esta evidente violación de los derechos humanos y del derecho internacional. Así, nuevamente, el discurso oficial entra en contradicción con los
hechos.
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