LA HABANA, Cuba. — La única instalación para carreras de caballos pura sangre que hubo en Cuba, el Hipódromo Oriental Park, estaba en Marianao, en la barriada Los Quemados.
Su fundación data de 1915 y se hizo con la presencia del entonces presidente de la República Mario García Menocal.
La iniciativa de construir el hipódromo fue de un norteamericano millonario, C. Brown, quien tenía vasta experiencia en el negocio del hipismo. Había edificado otros similares en su país y quería aquí uno que respondiera a las exigencias del turismo y los cubanos adinerados.
Brown logró una concesión del Ayuntamiento de Marianao, que le permitía la explotación del lucrativo negocio por 30 años.
El hipódromo, que imitaba otros de los Estados Unidos, era considerado uno de los mejores del continente. Constaba con un área de más de 500 metros cuadrados y un gran stand o gradería, con taquillas debajo para las apuestas. Su pista, muy bien acondicionada, tenía ocho carriles y en su centro un césped cuidadosamente podado.
En sus establos, grandes y confortables, se alojaban los animales para las carreras, que eran alimentados por los mozos de caballerizas con avena, rollón de maíz, alfalfa, azúcar candy y yerba escogida.
Los jockeys, elegidos por los dueños de potros para las carreras, debían tener pequeña estatura y poco peso, y eran entrenados antes de la competencia con el caballo para la adaptación mutua. Cuba contó con buenos jockeys, que incluso corrieron y tuvieron éxito en hipódromos famosos del mundo.
Como en el hipódromo se jugaban grandes cantidades de dinero, hubo siempre trucos y engaños a los apostadores y dueños de las bestias. Se usaba con frecuencia drogar a los animales para que fueran más veloces, además de otras artimañas.
Al lado de las gradas se encontraba el lujoso edificio del Jockey Club, exclusivo para a los aristócratas asistentes, donde se brindaban diferentes servicios. Había allí un gran salón de juegos de azar como ruleta, bacará, las 21, y seven-eleven, entre otros, donde circulaban miles de pesos y que, en realidad, era la principal fuente de ingresos del lugar.
Terminadas las carreras, el salón permanecía iluminado mientras hubiese personas que jugaran. Desde la terraza del Club los asistentes podían hacer sus apuestas a los caballos preferidos. Un empleado con uniforme azul y gris se encargaba de recogerlas y cobrar las ganadoras a los apostadores sin que las personas se movieran de su asiento. Estas ventajas permitían que el hipódromo fuera rentable.
Al finalizar las carreras, los asociados al Jockey Club se dirigían a la puerta de salida y allí un empleado con uniforme se encargaba de llamar a los choferes que estaban parqueados en los jardines que rodeaban el edificio, micrófono en mano, para que pasaran a recoger a sus patrones.
Las esposas y mujeres acompañantes de los jugadores, iban, además de para ver la competencia, también para poder salir en la crónica social de los principales periódicos, y exhibir los lujosos vestidos adquiridos en las tiendas principales del país, realizados por los principales modistos, o traídos de Miami.
La organización del centro era idéntica a las anteriores de su dueño. La administración y hasta los porteros eran norteamericanos. Solo había cubanos en las plazas de mantenimiento.
Con anterioridad y por breve tiempo existió un hipódromo más pequeño, en el reparto Buenavista, también en Marianao, para distracción de los soldados del campamento Columbia y los civiles que trabajaban allí.
Al Oriental Park llegaban en las temporadas invernales numerosos dueños de cuadras y jockeys. El hipódromo se consideraba una joya de atracción turística.
En ocasiones, el hipódromo se usó como pista de carrera de automóviles. En una de esas carreras murió, al volcarse su auto, Máximo Herrera, uno de los mejores corredores cubanos.
El sitio también fue escogido en 1915 para celebrar la pelea de boxeo profesional entre el campeón mundial de peso completo Jack Johnson y Jess Willard, un pleito arreglado de antemano donde la faja dorada pasó a manos de Willard.
Durante el crack de 1929 los empresarios estadounidenses se retiraron y el negocio pasó a manos cubanas. Con dificultades económicas, los cubanos lo mantuvieron y lograron que recuperara su anterior esplendor, gracias a la ayuda gubernamental a partir de mediados de los años treinta.
Existió un autobús con la numeración I2F2 que circulaba por dentro del reparto para acercar a los concurrentes al hipódromo.
Luego de 1959, el socialismo castrista, ese enorme bulldozer que todo lo arrasa, destruyó en su totalidad este bellísimo lugar que proporcionaba empleo a muchos pobladores de Marianao.
Hoy, del Oriental Park solo quedan en pie las graderías y algo de su pista. El resto, muy modificado y deslucido, aloja a las empresas Moncar y Transimport.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +525545038831, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.