LA HABANA, Cuba. – Un enorme arco de hormigón armado atrae la mirada de los transeúntes al final de la calle I, en el Vedado habanero. Representa el arcoíris que apareció después del diluvio universal para que los hombres comprendieran que Dios seguía siendo fiel, a pesar del castigo.
En el año 1952 el arquitecto Ulises Capablanca, por encargo del Patronato de la Comunidad Hebrea de Cuba, diseñó la Gran Sinagoga Bet Shalom ―la más importante en la Isla― con total apego a los códigos de la arquitectura moderna, y como una expresión de la espiritualidad judía.
Las obras comenzaron el 17 de enero de 1953, con un presupuesto superior al medio millón de pesos. Dos años más tarde fue inaugurada como un complejo que incluye, además del templo, oficinas, biblioteca, aulas, un restaurante y salones para actividades.
En su fachada predomina la verticalidad, pero el inmueble, en sentido general, sobresale por su elegante sencillez formal, carente de elementos ornamentales fastuosos. Incluso en el Vedado, donde fueron construidos muchos de los edificios más atractivos de la capital, la sinagoga resalta por la monumental escalinata que brinda acceso al recinto y un imponente portón decorado con dos Leones de Judea que simbolizan la belleza, la fuerza y la magnificencia divina. También en las puertas figuran atributos de cada una de las 12 tribus de Israel, y otros símbolos como la menorah de siete brazos, que representa la creación del mundo en siete días.
En el interior del templo, con capacidad para 150 personas, se encuentra la bimá, desde la cual el rabino guía las oraciones de la congregación, el Arca que contiene los rollos de la Torá y, justo enfrente del mismo, una luz que resplandece eternamente, insignia del brazo más occidental de la menorah del Segundo Templo en Jerusalén y el Templo de Salomón.
La biblioteca es tan importante como el propio templo para la comunidad judía de Cuba. Más de 13.000 cuadernos son resguardados allí, con temáticas que abarcan la historia, la vida y el pensamiento hebreos.
En la fachada, inscrita dentro del arco de hormigón, la Estrella de David identifica el lugar sagrado, que carece de una tipología arquitectónica específica debido a las múltiples migraciones de judíos sefarditas, dispersos en comunidades que edificaron sus templos de acuerdo a los recursos y espacio disponibles.