LA HABANA, Cuba.- Cuando pasan por La Palma, un céntrico punto del municipio Arroyo Naranjo, donde convergen las calzadas de Managua, Diez de Octubre y Bejucal, lo mejor que pueden hacer los motociclistas es acelerar y no detenerse para nada. Ni siquiera si les hacen señas para que los lleve el mejor de sus amigos o la mujer de sus sueños. Si paran, la policía o sus agentes de civil que están al acecho, asumirán que estaban boteando (alquilando a pasajeros), los arrestarán, se los llevarán esposados a la unidad del reparto Capri, los encerrarán en un calabozo y no los soltarán hasta que paguen una multa de 3000 pesos por “actividad económica ilícita”.
A Andy, de 26 años, lo han multado dos veces en menos de dos meses. La primera vez fue por no detenerse ante la luz roja del semáforo, y la segunda por recoger a una amiga suya, pero en ambos casos, pese a que asegura que no estaba boteando, lo acusaron de “actividad económica ilícita”. “Ahora en mi casa nos quedamos sin dinero, debiendo lo que tuvimos que pedir prestado para pagar las multas”, refiere.
En Cuba, durante los meses de la pandemia, han sido más las multas y los presos que los contagiados.
A pesar de que ya La Habana está en la primera fase de recuperación de la COVID-19, imponer elevadas multas, además de hostigar a los cuentapropistas con el pretexto de “combatir las ilegalidades”, parece seguir siendo la principal ocupación de la PNR.
Las multas que no bajan de los 300 pesos y llegan a los 3000 pueden ser por andar sin mascarilla en la boca, por bajársela un momento para comer o fumar, o por cualquier acto que los agentes consideren de “indisciplina” en alguna cola para comprar alimentos.
A una mujer de mi barrio la multaron por exclamar en una cola: “Nos tienen como perros. Con el nasobuco (el tapaboca) ya consiguieron ponernos el bozal, ahora solo falta el collar, la cadena y que nos amarren”.
A otro vecino lo multaron por replicarle a un anciano que justificaba la actuación de la policía argumentando que era para protegernos de la COVID-19: “¡Que no nos cuiden tanto! Para vivir así, hambrientos y pisoteados, es mejor morirse!”
En Párraga, a un vecino que cortaba hierba y cruzó la calle para saludar a un amigo que pasaba, con el machete en la mano, la policía lo arrestó y le impuso una multa de 3000 pesos por “tenencia de arma blanca”. Y le advirtieron que no se quejara, que se puso dichoso que no lo enviaron a la cárcel.
Por cualquier motivo, especialmente si eres joven y negro, puedes ser detenido y conducido a la unidad policial, a empujones y con las manos esposadas a la espalda.
Estas multas y los abusos que cometen los policías, que se comportan como soldados de un ejército de ocupación en territorio hostil, tienen muy irritada a la población.
Ante los atropellos, algunos comparaban a la PNR con la policía de Batista, pero últimamente no faltan quienes la comparan con los nazis.
No obstante, la mayoría de los policías parecen no darse por enterados. Siguen prepotentes, abusivos y violentos. Es como si estuvieran por encima de la ley. O como si ellos fueran la mismísima ley. Se niegan a entender que son funcionarios al servicio de la ley y que por tanto, son los primeros que están obligados a cumplirla.
Para colmo, ahora parece que están alarmados y tensos por los dos policías asesinados recientemente en Calabazar y tienen los gatillos sueltos. En menos de dos semanas la policía ha matado por la espalda a dos jóvenes. Uno en Guanabacoa y el otro en San Cristóbal. Según las explicaciones oficiales, difusas y contradictorias, ambos estaban robando y agredieron a los agentes, que dispararon en defensa propia. Una explicación que a pocos convence y que hace preguntarnos si en su enfrentamiento a la delincuencia, luego de que el presidente Díaz-Canel exigiera más severidad, la PNR empezará a comportarse en modo de escuadrón de la muerte.
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