LA HABANA, Cuba. – La criticada gestión de los grupos de lucha contra coleros (LCC) llegó a su fin este 1ro. de diciembre. Desde entonces, la Empresa Provincial de Comercio asume el control sobre los productos que se venden en los mercados de las cadenas Cimex y Caribe.
Contradictoriamente, aunque fueron clasificados como productos de venta liberada, con el cambio de fórmula el expendio de pollo, picadillo, salchicha, aceite y detergente pasó a efectuarse “de manera periódica” mediante la libreta de racionamiento y demás controles aplicados en las bodegas para racionar la canasta básica.
A la vez, se añadió un ticket con los datos de la tienda o bodega del consumidor, número de núcleo, cantidad de consumidores y número con el que debe comprar cada libreta. Los clientes, además, deben presentar su carnet de identidad y firmar por lo que han comprado.
El nuevo sistema también designa a los representantes de Comercio como los responsables de aprobar la cantidad de productos que pueden recibir las tiendas, en proporción al número de consumidores registrados. Asimismo, estos son los que autorizan el volumen de abastecimiento en las áreas de venta y supervisan el cumplimiento de los horarios de atención, entre otras funciones.
Alexander Urrutia Crespo, quien fue asignado por Comercio a una TRD de Arroyo Naranjo, explicó a CubaNet: “Estamos para acabar con el desvío que existía, y a la vez garantizar una distribución más organizada y equitativa de estos productos. Gerentes, almaceneros o jefes de piso, no importa quiénes sean, nadie puede mover nada sin que lo autoricemos”.
Harina del mismo costal
Sin embargo, la implementación del nuevo mecanismo por el momento arroja pocas luces y muchas sombras, pues, si bien en los primeros compases logra “sacar del juego” a los coleros, persisten el desorden, el desabastecimiento y la corrupción.
Según estadísticas publicadas por el periódico oficial Tribuna de La Habana, la cadena Cimex cuenta con 338 unidades en la ciudad, a las cuales están vinculados 473 225 núcleos. Otros 333 777 compran en las 157 unidades de la red Caribe, donde el 48% de las instalaciones corresponden a pequeños establecimientos o quioscos que promedian poco más de 2000 consumidores por unidad.
Lázara de la Caridad Rivero Dueñas, consumidora del punto de venta La Sensación, perteneciente a la cadena Caribe en el municipio Cotorro, considera que “ha sido peor el remedio que la enfermedad”, en relación con el cambio de sistema de venta en las tiendas.
Según explica, para comprar tiene que esperar los días del mes asignados a su bodega. En su caso, que tiene un número de ticket alto, corre el riesgo de que cuando corresponda su turno falte alguno de los productos y que, para obtenerlo, deba esperar al ciclo siguiente.
“Yo tengo el 459, si se pasan los días y no me llega el turno, tengo que esperar al otro mes. Pero si el mes siguiente, cuando me toque no hay pollo, tengo que seguir esperando hasta que esa ruleta absurda coincida y pueda comprar el miserable paquetico de 10 libras que te venden”, dijo Rivero.
Otra consumidora, Marta González Ponce, destaca que los más afectados son aquellos que por encontrarse trabajando no pueden asistir al mercado en las fechas que corresponden. El nuevo sistema establece que solo pueden comprar los jefes de núcleo, o un miembro previamente inscrito para esa función.
La mujer amplía que los domingos son los llamados “días de recuperación”, en los cuales se atiende por orden de llegada a trabajadores en la misma situación de González y a otros consumidores que, “por razones de fuerza mayor”, tampoco pudieron asistir a adquirir los productos en las fechas asignadas.
“Eso es en teoría, porque en estas primeras dos semanas se armó la misma matazón de siempre para coger uno de los 25 turnos que están dando. Por otro lado, nada más había picadillo y aceite, y allí mismo te aclaran que si en los próximos domingos no entran los productos que faltan, los pierdes sin derecho a recuperarlos en otro ciclo de compra”, comentó González.
Desde la perspectiva de Ivón Rodríguez Bermúdez, en Centro Habana, el cambio de sistema “fue un movimiento para enterrar el ciclo de las LCC, con todas sus críticas”, pero a la vez “abrió una nueva era con los bodegueros como protagonistas”.
“Llegan con los bolsillos vacíos y la cabeza en función de llenarlos. Saben que tienen la sartén por el mango y meten las manos porque en este país el robo es un oficio necesario. Además, de dónde sale el pollo y todo lo demás que se vende por la calle, que de cierta forma es gracias a eso que uno puede resolver algo más para pasar el mes”, destacó Rodríguez.
Fraudes al descubierto
La implementación de los torpedos para llevar el registro de los núcleos que adquieren los alimentos, sacó a relucir una serie de irregularidades vinculadas a las Oficinas de Consumidores (OFICODA).
De acuerdo con el reporte de Enrique Suárez Carrión, trabajador de Comercio que atiende el mercado Brimart, en Diez de Octubre, durante las primeras jornadas se han detectado cientos de núcleos duplicados, libretas falsas y consumidores que aparecen registrados en más de una libreta.
“De cada 10 personas que vienen, tenemos que virar a tres o cuatro porque salen como que compraron. Imagínate las broncas que se nos arman. No sé qué va a pasar, porque hay tremendo lío con eso”, dijo Suárez.
La libreta de racionamiento de Salvador Armenteros Díaz es una de las duplicadas. Según le explica OFICODA, aparece otra libreta con su número de núcleo y los integrantes tienen dirección de la provincia de Camagüey. Aunque la oficina reconoce el error, mientras lo subsanan, Armenteros no podrá comprar los productos que necesita.
“He tenido que venir dos veces con el título de propiedad de mi casa. Es para que, aunque sea, den un papel que avale que podemos comprar, en lo que se arregla todo. Si se pasa el turno de la bodega vamos a ver qué hacen, pero tienen que venderme lo mío”, dijo.
Bajo condición de anonimato, una empleada de OFICODA en Arroyo Naranjo refirió que durante la pandemia las oficinas de la capital recibieron la orientación de emitir miles de libretas a personas que por causas de la cuarentena no podían desplazarse a sus lugares de residencia, así como a los convivientes de núcleos divididos o considerados vulnerables al calor del momento.
Del mismo modo, añade que la mayoría de las oficinas siguen trabajando con archivos manuales, lo cual amplía las posibilidades de cometer errores a la hora de asentar los núcleos.
“Esa es una de las causas de que aparezcan tantos duplicados”, aseguró la fuente citada, quien también reconoció que existen casos de venta de libretas de consumidores. “He escuchado que por ahí hay quien las vende hasta en 10 000 pesos”, reveló.
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