VILLA CLARA, Cuba. – Desde el borde de la cama, que está pegada a la persiana, Alexis atiende a sus clientes sin levantarse del colchón. Realiza apenas un esfuerzo para mirar al comprador a través de las tablillas y recoger el dinero que le alcanzan por la ventana. Alexis Mondeja es un jubilado que vende cigarros en la minúscula vivienda que habita y con posesiones poco valiosas: dos sillas de hierro, un escaparate, una hornilla eléctrica y una cama, que es su puesto de venta.
Con la parsimonia propia de sus 72 años, el anciano organiza en filas, dentro de una caja de madera, cerca de 200 cigarrillos sueltos a los que no se les divisa marca alguna estampada. “Con tocarlos se sabe. Son hechos a mano”, confiesa. “A estos se les dice tupamaro o rompepulmón. Ese nombre viene desde el período especial. Los fabrican con recortería de tabaco y papel original, que no quiero ni saber de dónde lo sacan. Quedan durísimos, pero los fumadores están arrebatados y los compran así mismo”. La confección y venta de estos cigarrillos “de menudeo” se ha intensificado en los últimos meses tras la repentina desaparición de las cajetillas industriales en los establecimientos del estado. “La gente dice que saben a hojas de plátano, pero los compran igual”, reconoce Alexis.
Hace más de un mes, los cigarros de las marcas Criollos y Populares comenzaron a escasear hasta finalmente ausentarse de la red minorista en varias provincias del país. Lo mismo ocurrió con los tabacos “Reloba” que se vendían al precio de un peso moneda nacional en bodegas y cafeterías. La falta de estos cigarrillos más económicos para un pueblo tradicionalmente consumidor ha generado un nuevo mercado que va desde la manufactura particular hasta la presencia de una cadena de revendedores cuyo extremo inicia en las propias tiendas del estado.
Además de estos cigarros confeccionados por fabricantes particulares, que cuestan 50 centavos cada uno, Alexis vende H Upmann sin filtro y, esporádicamente, los Hollywood verdes o los Populares mentolados. “Esos son para gente de clase y me dan pérdida por lento movimiento”, comenta. “Ahora los que más se venden son los H Upmann sin filtro, porque los fumadores se estaban quejando de los Criollos de Ranchuelo, que venían algunos vacíos y otros que no había quién se tragara el humo”.
Tanto en los puestos de venta de la cadena Cimex como en los bares y restaurantes estatales de Santa Clara, los dependientes alegan que los cigarros H Upmann se agotan en el horario de la mañana. Estos suelen ser los más consumidos por la mayoría de la población fumadora que frecuenta estos lugares, según reconocen ellos mismos y que también niegan ser partícipes de una reventa ilegal. Sin embargo, dos cuentapropistas entrevistados al momento de este reportaje aseguran que, “casualmente”, junto a la desaparición de los Criollos también comenzaron a escasear de estos lugares los cigarrillos sin filtros.
Los cigarros Criollos, Aromas, Populares y Titanes se confeccionan en Cuba indistintamente en varias fábricas situadas en Holguín, La Habana, Trinidad y Ranchuelo, en Villa Clara. Sin embargo, la primera de estas marcas parece ser la preferida por la mayoría de los fumadores que, si deben escoger, anteponen la producción oriental a la villaclareña. No en vano, los revendedores les aplican a los cigarros de Holguín un precio mayor que a los fabricados en Villa Clara.
“La gente prefiere los de Holguín”, asegura a CubaNet Osmany Ruiz, cliente de Alexis que se declara conocedor del tema. “Las máquinas de la fábrica de Ranchuelo son del capitalismo. Ya están muy viejas y el cigarro sabe distinto. La semana pasada compré una caja y cinco venían casi sin picadura. Yo me fumo los que sea, pero en estos momentos tengo que dar casi 20 pesos por una caja de los de las shoppings a los particulares porque están perdidos. Yo sé que es un vicio, pero me quita la ansiedad. Antes hasta te los vendían por la libreta, después los quitaron, como tantas cosas”.
Un año atrás, producto de la inestabilidad con el abasto de los cigarros, varios medios oficialistas de la Isla informaron que el 60 % de la producción de Criollos de la fábrica de Holguín va destinada a la capital y que dificultades en la transportación limitaron su entrega tanto a La Habana como a otras provincias del país. Sin embargo, la escasez también se debió a un incumplimiento del plan productivo de los meses de marzo, abril y junio del año pasado, lo cual provocó una crisis con los cigarros que, al parecer, ha trascendido hasta la fecha.
Al cierre de 2019, los medios provinciales aseguraron que la fábrica de Ranchuelo había producido, “pese a la carencia de materias primas”, la cifra de 6 528 000 paquetes de cigarros, cumpliendo así su producción anual, y que, para 2020, superarían los siete millones. También reconocieron la obsolescencia en la maquinaria, causa principal de la mala calidad del producto y que, mientras el costo de fabricación de cada cajetilla es de solo 1,25 pesos, se comercializa a siete pesos en los establecimientos estatales.
En los últimos tres meses, con las limitaciones en el transporte interprovincial e intermunicipal debido a la pandemia, los vendedores de cigarros debieron subir el precio de su mercancía. Gran parte de estos cuentapropistas se surten mediante otros negociantes que, a su vez, le cobran una comisión por traérselos hasta sus viviendas. Los que antes costaban 10 pesos, ahora subieron a 12 y hasta 15 pesos, en dependencia de la oferta y la demanda que exista. Muchos de estos vendedores son ancianos jubilados o discapacitados como Alexis, que encuentran en esta pequeña empresa una salida mínima a los gastos cotidianos. “Yo no tengo la culpa de que no haya cigarros. Los tengo que vender a ese precio para sacarle unos kilos”, se justifica.
En la misma puerta de su casa, Eduardo Saura saca la cuenta de lo que gana con cada rueda de H Upmann sin filtro, el más demandado por los fumadores ante la ausencia de Criollos. Por cada una invierte 50 centavos CUC, que equivalen a 12,50 MN, y vende cada cajetilla a 15 pesos. “Por cada rueda puedo ganarme 25 pesos, a veces menos”, explica. “Los Criollos me los han traído de otros municipios y, por eso, las cajas subieron a 13 y a 14 pesos, casi lo mismo que el H Upmann. Los proveedores los consiguen en los campos, porque hay menos población y hasta los mismos bodegueros a veces se los guardan”.
Tanto Eduardo como otros revendedores de cigarros suelen recorrer varias tiendas en divisa o kioscos ubicados en la periferia en busca del cigarro H Upmann sin filtro, el más barato que se comercializa en esta red y la solución para los consumidores que no encuentran los Criollos o los Populares en los establecimientos estatales. “En estos meses me tocaba mucha gente a la puerta”, dice el vendedor. “A las seis de la tarde nadie encontraba cigarros en ninguna parte porque todo estaba cerrado. Imagínate a la gente metida en sus casas y sin cigarros”. Aunque Eduardo afirma que “no entra en ilegalidades”, confiesa que sí ha escuchado de “algunos dependientes y administradores”, que retienen las ruedas para abastecer, tanto a cuentapropistas, como a cafeterías particulares. “Esto es como el cachumbambé: el negocio prospera cuando empiezan a faltar las cosas”.
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